Con un notable trío de intérpretes, que sostiene gran parte del peso dramático y emocional del film, Un Amor muestra una faceta diferente dentro de la ecléctica trayectoria cinematográfica de la
realizadora Paula Hernández. Luego de la excelente Herencia y la no tan lograda Lluvia –pero dotada de una cautivante estética visual- , aquí la directora se embarca en una búsqueda diferente, vinculada a la indeleble permanencia de las experiencias adolescentes. Vivencias que en este caso están centralizadas en un pueblo donde dos amigos inseparables verán obstaculizado su vínculo ante la tormentosa irrupción de una chica recién llegada y de pasajera estadía. Luego de una previsible separación esta situación se reiterará décadas más tarde en la gran ciudad y también en aquella añorada localidad de la infancia. Hernández logra volcar todas estas alternativas con genuinos recursos técnicos, expresivos y dramáticos. Los trabajos de los personajes en su juventud son también eficaces y creíbles, pero quizás el problema esencial sea la escasísima semejanza física con el trío en su adultez. De todos modos esto se puede pasar por alto, especialmente por la revelación que representa Elena Roger en su primer protagónico fílmico, un Luis Ziembrowski impecable y un Diego Peretti pleno de matices y vulnerabilidad ante postergados y escondidos sentimientos.