Nostalgias de un pasado que dejó sus marcas
Un notable relato plagado de nostalgia, emoción y romance es el que impulsa la realizadora Paula Hernández y, para lograr su objetivo, cuenta con intérpretes de primer nivel.
Un amor es un viaje al pasado que tiene sus repercusiones treinta años después, en un presente incierto y dominado por soledades e inseguridades. Con este esquema, la película hace foco en las vidas de Lalo (Luis Ziembrowski) y Bruno (Diego Peretti). El primero trabaja en un taller mecánico reparando kartings y en el mismo pueblo que nunca abandonó. Bruno escribe guiones en la ciudad y pudo construír su familia. Y la tercera en cuestión es Lisa (Elena Roger), la mujer que vuelve al país para reunir los cabos sueltos de una adolescencia marcada por el romance y la pasión.
Los tres vértices de este triángulo están signados por una vida rutinaria y sin demasiadas sorpresas, cuyas piezas se reordenarán a partir de un reencuentro que trae recuerdos de un despertar (sexual) que los marcó para siempre.
Al igual que en Herencia y Lluvia (los anteriores filmes de Hernández), los personajes hacen lo que pueden para sobrellevar sus vidas. La película transmite una sólida atmósfera dramática como consecuencia del buen manejo de tonalidades que imprime la directora: lo que no se dice y está presente, las pausas, las miradas y la pintura de una época que pasó. Su trabajo fusiona pasado y presente con la misma fuerza con la que Lisa irrumpe en la trama hasta el desenlace.
Además de los intérpretes antes mencionados, se destacan Agustín Pardella, como el Lalo adolescente; Alan Daicz, como Bruno a los catorce años y Denise Groesman como la lanzada Lisa. Por su parte, la actriz de Piaf, Elena Roger, hace un debut más que promisorio en la pantalla grande con un personaje que transfiere confusión en las vidas de estos tres adultos. ¿O todavía jovencitos inexpertos?.