Retrato sensible y agudo sobre la adolescencia y los afectos en la adultez
En la adolescencia, Lalo y Bruno eran inseparables. Un dúo de amigos que de un día para otro se vuelve trío cuando Lisa, una chica recién llegada al pueblo de Victoria, se mete entre ellos, no para separarlos sino para unirlos distinto. El nosotros infantil se vuelve despertar sexual, amoroso y un triángulo como sólo la adolescencia puede producir, tolerar y luego demoler. A partir de esa relación es que Paula Hernández construye el relato de Un amor, una historia que funciona entre el presente de los tres personajes como adultos y el pasado que los une a pesar de más de treinta años de separación.
En el hoy, Lisa (Elena Roger) reaparece de improviso en la vida de Bruno (Diego Peretti) que ya no vive en el pueblo, ni lo visita y prefiere no hablar de Lalo (Luis Ziembrowski). Aunque ella insista impulsada por la nostalgia y algún problema médico que nunca se aclara del todo. En el pasado, Bruno está enamorado de Lisa, la hija de profesores universitarios en la clandestinidad que la obligan a mudarse de un momento para el otro y sin despedirse. Ni siquiera puede contarle a Lalo, su novio, que la ve irse y después no puede abrir las "19 cartas y una postal" que ella le envía.
En la adolescencia primero y en la adultez después, Hernández consigue establecer los intensos lazos de amor, confusión, celos y resentimiento entre los tres personajes construidos con una complejidad que no siempre se refleja en los diálogos que sostienen (aunque sí en sus miradas de anhelo, deseo, amor y oportunidades perdidas). Y de eso se trata Un amor y el peregrinaje de Lisa hacia el pueblo: de recuperar lo perdido, de "volver a estar los tres juntos" como dice ella. A pesar de que en realidad se trate de una reunión de dos y uno más, Bruno, que siempre estuvo en los márgenes, testigo necesario de la relación de Lalo y Lisa.
Evitando las obviedades y el subrayado de las diferencias evidentes entre la exiliada Lisa y el pueblerino Lalo -diferencias que el personaje de Peretti intenta destacar, celoso-, Hernández supo sacar lo mejor de sus actores. En el caso de Ziembrowski, su brillante interpretación de este personaje sencillo, profundo y contradictorio eleva las apuestas del film que Peretti y Roger también sostienen. Además se destacan las actuaciones de Agustín Pardella, Alan Daicz y Denise Groesman, que interpretan a Lalo, Bruno y Lisa en la adolescencia.
Tal vez el costado menos consistente de Un amor sean sus diálogos que por momentos intentan explicar con cierta ampulosidad lo que ya estaba claro.
Sensible y contundente, el tercer largometraje de Hernández la confirma como una cineasta talentosa y necesaria.