Cuando el amor es para toda la vida, no hay manera de escapar.
Paula Hernández ha demostrado durante su corta pero interesante filmografía (Lluvia, Herencia) que es una directora que sabe lo que quiere contar y sabe también cómo contarlo. Dos saberes esenciales y claves para lograr que una película como Un Amor sea lo que es, una gran obra cinematográfica.
Dos amigos, Lalo y Bruno, son inseparables. Tan amigos que parecen hermanos hasta que un día cualquiera, llega ella: Lisa. Y la tranquilidad y pasividad que viven los amigos, en un pueblito de Entre Ríos se verá alterado con esta adolescente atrevida, divertida, bella y desafiante que pondrá en jaque todo aquello que esos dos amigos creían a esa edad saber o sentir.
Treinta años después, nuevamente será Lisa quien vuelve a alterar el mundo adulto de estos dos amigos que lejos de seguir siéndolo, son solo para el otro un recuerdo.Pero algo sigue latente, y la llegada de ella pone al descubierto que el pasado tiene tanto peso como el presente, incluso mucho más del pensado y más cuando las heridas del ayer nunca se han cerrado. El triangulo amoroso de niños, vuelve a estar presente en el hoy y sin dudas, la marca del primer amor puede tan fuerte como eterna.
El racconto de la primer parte de la historia es maravilloso. Con una fotografía impecable y locaciones perfectas para narrar esta historia cita en los 70´, mientras que las actuaciones de los jóvenes actores: Agustín Pardella (Lalo), Denise Groesman (Lisa) y Alan Daicz (Bruno) son tan bien logradas que la transposición en la vida adulta con Luis Ziembrowski, Elena Roger y Diego Peretti (en ese orden),demuestran que el casting de Verónica Bruno es de lo mejor del filme. El tramo final de la historia (no se preocupen no hay spoiler aquí) es perfecto. La actuación de Ziembrowski es brillante, hay en esos ojos de hombre golpeado por la vida, el mismo sentimiento que hace 30 años. Elena Roger en su primer actuación para cine, demuestra que es una estrella internacional por el gran talento que tiene. Cada sonrisa suya en pantalla genera atracción inmediata, logra apoderarse de la cámara de una manera excepcional (Muy poca gente logra eso). Y Diego Peretti, se impone como el punto de equilibrio necesario de este triángulo, no sólo en la historia si no en su actuación, que logra compensar las dos grandes performance de los otros dos protagonistas y encontrar los espacios justos para lucirse. Ahí el trabajo de dirección de Hernández con ellos denota que ha sido muy bueno.
Si toda la obra nos lleva a experimentar múltiples sensaciones, su final nos hará revalidar mucho de lo que vivimos. Realmente Un Amor es cálida, reveladora y una experiencia única en el cine argentino actual. Imposible no verla.