Amor y amistad, del pasado al presente
Los cambios en la vida de dos adolescentes, 30 años después.
En la década de 1970, dos adolescentes de un pueblo del interior, Lalo y Bruno, pasan sus días compartiendo una amistad profunda, hasta que aparece Lisa, una chica que trastoca por completo el mundo de ambos y les arrebata, a cada cual a su manera, su corazón. Pasaron 30 años desde ese momento y aquellos adolescentes vuelven a encontrarse por primera vez en décadas.
La película Un amor viaja del presente al pasado y vuelta, explorando los cambios en la vida de cada uno y cómo el paso del tiempo los ha cambiado o no. Apuntes sutiles van descubriendo los motivos y los hechos del pasado que marcaron a fuego a los tres personajes. Si sus miradas pueden parecer ambiguas en un comienzo, al final del relato sabremos mucho más de cada uno de ellos. Claro que para eso se necesitan también grandes actuaciones.
La película encuentra un hallazgo extra en la actuación de Elena Roger. La famosa cantante y actriz es conocida por haber tenido el papel de Eva Duarte en el reestreno del musical Evita cuando se reestrenó en Londres en el 2006, y también, más recientemente, tuvo un éxito gigantesco protagonizando el musical Piaf. En este, su debut cinematográfico, demuestra que su gigantesco talento incluye también una poco habitual fotogenia. Roger empieza su carrera cinematográfica aquí, pero a juzgar por el resultado debería ser el primero de muchos grandes roles. De su probada capacidad para representar mujeres claves de la historias pasa aquí a este rol intimista, delicado en matices, donde ella se luce al no buscar, justamente, el lucimiento. Esto no habla mal de sus compañeros de elenco, Diego Peretti y Luis Ziembrowski, quienes ya habían mostrado y vuelven hacerlo, sus dotes actorales. La cámara de Paula Hernández, quien ya había mostrado su mirada atenta en Herencia y Lluvia, eligió a los rostros perfectos para sus personajes, tanto cuando están interpretados por los mencionados actores como cuando son mostrados en su adolescencia. Y aunque está claro que Hernández pertenece estéticamente a la generación posterior a la década de los años noventa, su cine cumple también con la emoción y los sentimientos. Impecablemente filmada, la película posee también una calidez y una ternura que movilizará al espectador, sin que esto implique jamás el más mínimo traspié ni un solo momento fuera de tono. Un amor es tan sencilla y clara como su título.