Las estaciones de la vida
No por casualidad el director británico Mike Leigh elige representar de la forma más realista posible los estadios de la vejez a través del paso de las estaciones del año y hacer una condensación en el lapso de las vidas de un racimo de personajes variopintos en el transcurso de su opus más reciente Un año más.
Como su nombre lo indica, la idea básica es tomar una foto instantánea de un tiempo y espacio bien acotado y definido para reflexionar sobre la búsqueda de la felicidad; la inminente llegada de la soledad; las frustraciones, los fracasos, las depresiones y las posibilidades de una segunda oportunidad para aquellos con voluntad de cambio.
Tampoco es casual que el film arranque con la primavera, estación que en teoría remite a un renacimiento o cambio pero que en determinados personajes no hace otra cosa que reflejar momentos críticos como es el caso de Imelda Staunton (aparece prácticamente muy poco) que con esos ojos cansados transmite en la consulta médica los estragos de una silenciosa depresión, que se hace extensiva con palabras en su posterior charla con la psicóloga Gerri (Ruth Sheen), quien vive con su esposo geólogo Tom (Jim Broadbent) en lo que en apariencia pareciera un matrimonio feliz.
Lo contrario ocurre con Mary (Lesley Manville, gran actuación), colega de trabajo de Gerri, separada y con propensión a la bebida y a la comparecencia de su dolor por no establecer vínculos sólidos, que busca desesperadamente alguien que la quiera pero que no puede dejar de ser el centro de atención en cuanta reunión social aparezca.
Sobre estos tres personajes centrales del relato, dividido en viñetas marcadas por cierto costumbrismo y situaciones cotidianas -que se resuelven o bien dramáticamente o a veces con una pequeña dosis del sutil humor- donde la destreza narrativa del director de Secretos y mentiras es descollante a la hora de recrear diálogos y su habilidad para dirigir actores sigue sorprendiendo, se desarrolla este film de neto corte realista sin apelar a un juicio valorativo sobre los actos de sus personajes.
No obstante, la mirada concentrada en las responsabilidades individuales en la toma de decisiones o sencillamente en depositar esa responsabilidad en terceros (como es el caso de Mary), constituye el principal eje temático al que el realizador le aporta su propio punto de vista sobre algunas debilidades y conformismos de la clase burguesa de los suburbios londinenses, en sintonía claro está con los cambios que cada sociedad atraviesa en la coyuntura de una crisis de paradigmas para definir lo que otrora se denominaban clases sociales medias y bajas.
Sin embargo, ese recorte de lo social no es el principal eje narrativo excluyente sino más bien que funciona como un contexto para ir asimilando diferentes estados de ánimo que terminan por afectar la psicología de los personajes en el transcurso de un año donde nada parece haber cambiado desde su aspecto externo, no así en lo que se refiere a los afectos y a las pérdidas que igual que las hojas del otoño al caer dejan los árboles secos.