Una mal día (para ver esta película)
No habían transcurrido más de cinco minutos del inicio de Un Buen Día (2010) y ya nuestras mentes presagiaban que podíamos estar frente a un caos cinematográfico. La esperanza de que sólo haya sido un presagio y todo se resignificara al transcurrir el tiempo se diluía a medida que los minutos pasaban y nada de lo que veíamos se podía justificar desde ningún punto de vista. Aunque nos duela el alma no se puede omitir decir que estamos frente a la peor película argentina del año.
Manuel (Aníbal Silveyra) está radicado en los EE.UU desde la crisis económica que azotó la Argentina en el año 2000, su sueño es terminar el guión que está escribiendo para poder convertirlo en una película, mientras tanto trabaja de pintor. Fabiana (Lucila Solá) es una chica argentina que estudia, o mejor dicho estudiaba abogacía allá. Ambos son argentinos, ambos viven en EE.UU y a ambos los une el azar en una cafetería. A partir de ese momento transcurrirá casi en tiempo real una historia telenovelesca con una vuelta de tuerca que remite al cine fantástico.
El film que escribió Enrique Torres –reconocido autor de teleteatros- y que dirigió el octogenario Nicolás Del Boca es, como decirlo sin resultar agresivo, una especie de pantomima cinematográfica que para colmo de males peca de pretensioso. En principio carece de dirección actoral, sino es casi imposible entender por qué los actores recitan el texto como si este hubiera sido escrito en prosa. Siempre el mismo tono, siempre la sobreactuación, nunca un matiz, nunca nada. Actuaciones que no dicen nada frente a diálogos banales en donde predominan las frases más estereotipadas y cursis del cine argentino.
Claramente el film remite –y es casi una obviedad- al díptico de Richard Linklater Antes del Amanecer/Antes del Atardecer (Before Sunrise, 1995/Before Sunset, 2004) Sólo dos personajes caminando por la ciudad filmados en tiempo real y con una cámara -en este caso se usaron dos- que los va siguiendo. La diferencia radica que Linklater sabía cómo crear climas, armar situaciones de tensión y generar intriga. En Un Buen Día todo es tan inverosímil que se termina cayendo en el ridículo. Es imposible rescatar un momento sin que cause risa y vergüenza ajena.
Las aspiraciones pretensiosas con las que el film se nutre, sobre todo en la vuelta de tuerca final, no hace más que confirmar la teoría de que estamos frente a la peor película argentina del año y tal vez una de las diez peores de la historia del cine argentino. Aunque esto duela es así.