Cuando el cine impacta con herramientas nobles y no subraya más de lo tolerable, la experiencia cinematográfica se transforma en mucho más que el mero ejercicio de sentarse frente a una pantalla. Así es como Lion no es otra película candidata al Oscar, es la gran representante del Hollywood que todavía tiene cosas para contar. Y para contarlas bien.
Lion (que a la Argentina llega con un insólito título spoler) cuenta la tragedia de un nene que una noche de confusión se pierde de su hermano en una estación ferroviaria de la India. El punto de partida lo hemos visto de distintas maneras numerosas veces y aquí el primer mérito del film de Garth Davis: todo lo que sigue a este puntapié inicial es un in crescendo de narrativa montada sobre un guión indestructible.
Las desventuras del pequeño Saroo (Sunny Pawar) se basan en el libro que él mismo escribió contando su historia, de la que conviene conocer lo menos posible antes de embarcarse en la aventura de visualizar el film. Consejo de amigo: ni siquiera buscar el trailer.
Garth Davis, que hasta la fecha tenía en su curriculum sólo la dirección de un documental y dos series (Love my Way y Top of the Lake), se revela como un narrador enorme que además de lograr que su relato fluya hasta naturalizar los momentos más dramáticos sin caer en el golpe bajo, consigue que las estrellas del cast (Nicole Kidman -nominada Mejor Actriz por su papel- y David Wenham) tengan sus escenas de star system sin desentonar ni opacar la narración.
Párrafo aparte para el dueto del pequeño Sunny Pawar y el joven Dev Patel, que hacen de su Saroo uno de los personajes más queribles y empáticos del cine industrial de estos años.
En medio de una lista de candidatos al Oscar a Mejor Película con títulos inflados hasta la explosión (empezando por La La Land y siguiendo por Moonlight o la remilgada Hidden Figures), la aparición de Lion en el horizonte de la estatuilla dorada otorga algo de esperanza en el panorama de la Academia. Solo esperanza, quizá, pero desde acá brindamos por la buena nueva.