Como en 2008 con Slumdog Millionaire, la historia vuelve a la miseria de la India para contarnos el relato de un niño sobreviviendo a un estilo de vida difícil de cambiar. Y aunque su director Garth Davis -quien por primera vez rueda un largometraje- quería evitar a la estrella de Hollywood Dev Patel por ser la elección más obvia, tras seis horas de audición para el papel, el actor nacido en Londres y de raíces keniatas + indias resultó ser la mejor opción para protagonizar esta película que también se coló en la carrera por el Oscar, aunque es cien por ciento probable que no se corone como la gran ganadora de la noche. Bajo el título original de Lion, el film se basa en un hecho real ocurrido hace apenas algunas décadas, cuando Saroo de cinco años de edad se perdió en una estación de tren en Calcuta. Y como dicen los norteamericanos: long story short, acabó siendo adoptado por un matrimonio australiano (interpretado por Nicole Kidman y David Wenham) de alto poder económico que le dio todo lo que nunca hubiese imaginado, y más.
Pero la cosa no termina allí, porque 25 años después, e incluido un hermano adoptivo que no corrió su misma suerte, ciertas circunstancias hicieron que el joven comenzara a preocuparse por sus raíces y así empezó la búsqueda de su adorado hermano mayor Guddu -a quien vio por última vez aquella noche de 1986- y de su madre; una tarea bastante compleja si tenemos en cuenta que lo único que recordaba de ese entonces eran los rostros de sus familiares y un tanque de agua que había en el lugar donde desapareció. Un camino a casa demuestra cómo incluso los olores y los sabores pueden darle significado a una proeza de dimensiones kilométricas. Dev Patel pasó ocho meses preparando el papel junto al verdadero artífice de esta especie de milagro, quien de hecho escribió un libro titulado: A Long Way Home. Fueron en total cuatro años de desarrollo, con la colaboración de Google Earth incluida, para lograr uno de los pocos films rodados en Tasmania que existen.
Dividida en dos partes, transcurren 50 minutos hasta que Patel aparece en pantalla; mientras tanto, el debutante Sunny Pawar se encarga de aportar el encanto y la emoción suficiente, con reminiscencias a Charles Chaplin, y casi sin diálogo, al mejor estilo Wall-E, según confirmó su propio director. Si uno viese Lion sin saber que verdaderamente un niño recorrió todo ese camino por su cuenta, simplemente lo consideraría como la más pura ficción. Sin embargo, son 80 mil los que desaparecen cada año en el país asiático, mientras que suman 11 millones los que viven en las calles con ese Dios aparte. La buena noticia es que las diferentes productoras que colaboraron en esta película crearon la fundación #LionHeart, la cual trabaja en pos de reducir esa aterradora cifra. La mala noticia es por qué tienen que pasar estas cosas para que la sociedad tome conciencia. En fin, la importancia de la visibilidad que puede generar un proyecto de estas características en su recorrida por los festivales del mundo.
Irónicamente, mucha de la belleza de Un camino a casa (2016) radica en ese retrato de la pobreza extrema y en la esperanza de que se puede tener una vida mejor, pero a un costo que quizás no cualquiera estaría dispuesto a pagar. El fuerte de Lion es sin lugar a dudas el guión y mi consejo es que si tienes un alma sensible, no olvides llevar tus pañuelos descartables. Y no, no hay de esos bailes extraños como el del final de Quién quiere ser millonario.