Narración basado en una historia real, cuya finalidad es la de exponer las vicisitudes de un niño en el retorne a sus raíces luego de pasar una vida perdido, no puede tener otra culminación que un final feliz. Sino. le aseguro, nunca se hubiera publicado el libro y menos realizado la película.
Dicho esto vayamos a los logros que sí posee la realización, pudiendo haber caído en el sentimentalismo absoluto, lo evitó, el recorrido nos enfrenta a un niño de cinco años viviendo en la India, en el año 1986, en zonas alejadas de la “civilización”, junto a su madre y sus hermanos. Viven de lo que encuentran, como pueden. El niño es Saroo (Sunny Pawar), siempre junto a Guddu (Abishek Bharsthe) su hermano mayor, no mucho, pero mayor.
En una de esas incursiones Guddu demora más de la cuenta, Saroo se queda dormido en el vagón de un tren que arranca y se va de viaje a 1200 kilómetros de distancia: destino Calcuta.
La ciudad es presentada como un monstruo que se va a fagocitar a ese niño que no puede establecer comunicación, pues habla un dialecto. La supervivencia de Saroo es un milagro, nada es mostrado, sólo la inteligencia natural del personaje para reconocer el peligro, digamos casi olerlo.
En esta sección la cinta podría haber caído en el facilismo de mostrar como ese chiquillo fue avasallado de mil maneras. Pero, en cambio, lo mostrado alcanza para generar empatía y emoción por la simple historia.
Saroo deambula repitiendo siempre la misma palabra, el lugar de donde proviene, pero el imposible lugar no tiene espacio en ningún mapa, juego de perversiones entre un dialecto y la pronunciación desde los 5 años.
Termina en un orfanato, y de ahí, adoptado por una familia australiana, sin escala de Calcuta a Melbourne, y sin tiempo de adaptación Saroo se muestra agradecido.
John y Sue Brieley (David Wenham y Nicole Kidman) son los padres adoptivos por elección Un año después llega otro infante adoptado, Mantosh, quien no tendrá (en la jerga la tela necesaria) la misma suerte de Saroo.
Un salto temporal nos enfrentamos a Saroo (Dev Patel) ya de joven adulto, estudiante aplicado, pero en un momento el pasado se hace registro y algo detiene el devenir del tiempo: la necesidad de recuperar los orígenes se hace carne. Contará con la ayuda de Lucy (Rooney Mara) su novia, el apoyo incondicional de sus padres adoptivos, y claro está Google Maps, pues sin internet en la vida actual nada es posible y google es la magia siempre necesaria.
Pero nada le resultara sencillo a Saroo, y así comienza la odisea del regreso. Plagado de fallos pues la memoria humana es el olvido, se recuerda lo que se puede no lo que se quiere. Saroo empieza a recordar, pero su memoria tergiversa muchas cosas, hasta su verdadero nombre.
De estructura narrativa casi clásica, sin demasiadas pretensiones ni rupturas lingüísticas, ni estéticas, ni formales. Posiblemente el recurrir constantemente a imágenes de pobreza, exacerbada por la música que termina siendo contraproducente, sólo puesta en el formato de emocionar.
A pesar de esto el film lo logra, con armas honesta, apuntalando lo políticamente correcto y una brillante actuación del inglés Dav Patel.
Las seis nominaciones al Oscar ya son el premio.