Se va completando la lista de las nominadas al Oscar. ¿Tiene chances la historia de Saroo?
“Un camino a casa” (Lion, 2016) es una película fragmentada – lliteral y metafóricamente. El debutante Garth Davis se luce llevando a la pantalla el guión de Luke Davies (basado en el libro autobiográfico “A long way home”) que cuenta la historia de Saroo, un niño de cinco años perdido en Calcuta y adoptado por una pareja australiana, que 25 años después decide encontrar a su familia biológica. Pero por desgracia la extraordinaria primera hora es sucedida por una apurada segunda parte un tanto desdibujada que se mantiene casi exclusivamente por el magnífico trabajo de sus protagonistas.
Cuando me enteré de la nominación de Dev Patel como mejor actor de reparto me sorprendí, porque todos los avances se enfocaban en la búsqueda del (ya crecido) protagonista de “¿Quién quiere ser millonario?” (“Slumdog Millionaire”, 2008). Sin embargo, la primera mitad de “Un camino a casa” gira alrededor del joven Saroo, interpretado por el maravilloso Sunny Pawar – sin dudas un verdadero hallazgo. Durante esa hora conocemos al niño y su familia: su hermano Guddu, junto al cual sale a hacer algunos “trabajos” para conseguir comida; su madre Kamla, que trabaja moviendo piedras (ni idea); y su hermana menor Shekila.
La película no tarda en establecer el conflicto. En una salida nocturna Saroo pierde a su hermano y, buscándolo, termina durmiéndose en un tren que viaja por varios días hasta Calcuta, a más de 1600 kilómetros de su hogar. Sin saber el nombre de su pueblo o el idioma de la región, el nene vaga por las calles, intentando sobrevivir.
Davis hace maravillas con la cámara para mostrarnos la inmensidad del mundo en el que se encuentra Saroo, con planos abiertos y desolados para establecer el contexto de la alejada región en la que vive con su familia (sin abandonar las tomas intimistas en sus interacciones), y poniendo la cámara a la altura de los ojos del pequeño para mostrarnos un verdadero bosque de transeúntes indiferentes y amenazantes en cada paso que da en Calcuta.
En lo personal me pegó muchísimo la naturalización de la pobreza y la indigencia, tanto por lo representativo de la actualidad de la región (que aunque ese segmento se desarrolla en la década del ochenta, es atemporal), como lo trasladable que es a nuestra propia realidad. No necesitamos ir a la India para ver a nenes durmiendo en el túnel de una estación de tren, y esa identificación casi me deshidrata durante la primera hora.
Sí, hubo llanto y moco a mares.
El pequeño Sunny está increíble en su interpretación. Adorable pero fiero y atento, inocente pero cauteloso, su trabajo está a la altura de las mejores actuaciones infantiles de la historia. La mirada esperanzadora esconde detrás de su introversión la confianza de que volverá a encontrar a su familia. Ese anhelo se mantiene hasta el último momento, cuando le pregunta a la encargada de la institución a la que lo han derivado, después de que le comunicaran que lo van a dar en adopción: “¿Hizo todo lo posible por encontrar a mi mamá?”.
Es entonces cuando “Un camino a casa” gira abruptamente. Después de un par de escenas en las que conocemos a los padres adoptivos de Saroo, John y Sue Brielrley (David Wenham y Nicole Kidman), y al conflictuado Mantosh (Keshav Jadhav), un segundo niño indio adoptado por la pareja, la película nos traslada a 2008, cuando Saroo (Patel) está a punto de mudarse a Melbourne para comenzar un curso de administración hotelera.
Una vez instalado, el joven conoce a Lucy (Rooney Mara), y un variopinto grupo de estudiantes de diferentes etnias y nacionalidades. Y es justamente durante un encuentro en casa de unos compañeros de origen indio, que un elemento en particular dispara en Saroo una serie de recuerdos de la infancia que se vuelven una obsesión por recuperar su identidad. Calculando la velocidad del tren en el que se perdió y el tiempo de viaje, Saroo establece un rango de búsqueda en Google Earth, e intenta encontrar la estación en la que se separó de su hermano. Pero la búsqueda y las visiones de su familia lo alienan de sus afectos y responsabilidades, convirtiéndolo en una sombra de sí mismo.
Aunque Patel hace un gran trabajo trasladando la culpa y desesperación de un joven que se siente ajeno a su propio entorno, la realidad es que este Saroo nos resulta un extraño. Después de una hora de conectar con un niño indefenso nos encontramos con un adulto que no conocemos y cuyas relaciones no fueron establecidas. Rooney Mara queda reducida a un aburrido papel de “la novia comprensiva pero que no puede evitar la debacle de la pareja”, y de sus padres y su hermano es Kidman, con poco tiempo en pantalla pero con su mejor interpretación en años, la única que ayuda a darle un poco de base al personaje.
El resultado de la búsqueda también se siente un poco agarrado de los pelos y, aunque basado en una historia real, inverosímil y demasiado conveniente y circunstancial.
De todas formas que la película pierda la magia en la segunda parte no significa que durante los últimos 20 minutos no me haya vuelto a llorar la vida. Pero en ese caso el llanto tiene que ver puramente con el impacto emocional de la relación de Saroo con sus madres, el desenlace de su propia historia entre la búsqueda de identidad y el amor por familia adoptiva, y el encuentro con una realidad que le resulta completamente ajena en su vida de clase media.
Como dije al comienzo, “Un camino a casa” es una película fragmentada. Mientras que la experiencia del pequeño Saroo es magnífica, la búsqueda del adulto se siente apresurada y no consigue conectar con el espectador de igual manera – pero las excelentes interpretaciones de Dev Patel y Nicole Kidman le permiten salir airosa. Sunny Pawar es una maravilla en sí mismo y el director Garth Davis cuenta una historia profunda y emotiva sin caer en los lugares comunes de Hollywood sacando provecho del excelente trabajo de fotografía de Greig Fraser (“Rogue One: A Star Wars Story”, 2016). Vale la entrada de cine, y mucho más si consiguen un combo que venga con pañuelos descartables.