En la vida de cada persona nada es del todo lineal, siempre se vuelve a una simultaneidad de pasados. Del mismo modo, en Un camino a casa -drama ficcional basado en una historia real-, los tiempos se mezclan.
En 1984, Saroo (Sunny Pawar) está en medio de la imponente naturaleza de la India. Allí se lo ve, rodeado de mariposas amarillas, robando rocas junto a su hermano para luego cambiarlas en el mercado por dos míseras bolsitas de leche para llevar a su hogar. El pequeño quiere hacer todo lo mismo que esa figura masculina -cuasi paternal- a quien sigue como una sombra. Incluso una noche, cuando su hermano se va a trabajar, le suplica que lo lleve. Si las cosas ya no venían bien en medio de la miseria, todo empeora cuando en la salida a Saroo le agarra sueño y el hermano lo deja recostado en el banco de una estación pidiéndole que lo espere allí mientras resuelve la parte laboral. Cuando el niño despierta y no lo ve, comienza a desesperarse, y en medio de la confusión, se sube a un tren vacío que lo lleva a 1600 kilómetros de su casa.