Persevera y triunfarás
Candidata al Oscar, se basa en un hecho real: un niño indio se pierde, y años después busca a su familia.
Un filme sobre la identidad, la familia, las raíces y los lazos que nos unen, Un camino a casa elude el sentimentalismo hollywoodiano al que era fácil caer. Es que la historia -real- de Saroo, un niño que se perdió en Calcuta, vivió en la calle y en un orfanato estatal daba para acabar con la provisión de Kleenex y el despliegue de pañuelos.
Pero no. Aunque para algunos esto pueda resultar contraproducente –un drama con un menor que sufre siempre da para lagrimear-, el debutante Garth Davis, que viene del cine publicitario, trata de escaparle al golpe bajo, aunque al final se rinda.
La película se basa en un best seller, Un largo camino a casa, la autobiografía de Saroo Brierley, quien tomó el apellido de sus padres adoptivos australianos. Como si se tratara de un relato de Dickens, Saroo vivía en la extrema pobreza con su madre soltera y sus hermanos en la India, y cuando tenía cinco años se separó de su hermano Guddu una noche, se quedó dormido en un tren sin pasajeros, que arrancó y lo dejó a 1.500 kilómetros de su hogar.
Fue en los años ’80, y el niño deambuló por las calles de Calcuta, vivió literalmente en la calle, escapó de abusadores y terminó en un asilo estatal. Una pareja de australianos lo adoptó, y así recaló en la isla de Tasmania.
Obviamente su vida cambió, obtuvo un confort que ni se lo imaginaba y, ya universitario, tenaz y a la vez vulnerable, decidió buscar a s familia de origen.
¿Cómo? Gracias a Google Earth.
La película está dividida, que no es lo mismo que partida, en dos. En la primera, con Saroo niño, Sunny Pawar es tan natural que obviamente no actúa sino que deja sorprenderse -y sorprendernos- con las vicisitudes que atraviesa.
Lo bueno de la película es que sin ser una de actuaciones, se sostiene en los protagonistas.
No ayuda, aunque se entiende por los fines comerciales, la historia romántica de Saroo joven con el personaje de Rooney Mara.
La labor como director de fotografía de Greig Frasie es otro punto de atención. Al margen de reflejar con distintas tonalidades la miseria de la India y el contraste con la isla de Tasmania, es un placer ver la utilización de la luz con fines dramáticos.
Nicole Kidman por suerte se aleja de los papeles que había elegido en un giro desafortunado en los últimos tiempos -hembras antes que personas, o mujeres estereotipadas (la remake hollywoodense de El secreto de sus ojos) y en su rostro se entiende el dolor. Dev Patel sigue creciendo y de aquel adolescente de ¿Quién quiere ser millonario? puede saltar a ser el joven actor dramático que tanto le hace falta a Hollywood.