Un camino a casa del director Garth Davis se basa en la historia verídica de Saroo Brierley un joven indio que luego de vivir veinte años en Australia con su familia adoptiva, decide emprender la búsqueda de su familia de origen. Dev Patel - ya no es el flacucho Jamal Malik de Slumdog Millionaire- interpreta a Saroo de joven, porque al igual que en Luz de luna, de Jenkins, Un camino a casa construye el cuento en partes, y la primera parte el protagonista absoluto es Sunny Pawat, Saroo de pequeño. Sarro sale a ayudar a su hermano Guddu a trabajar, tiene cinco años, su hermano adolescente lo cuida mientras ganan dinero en las calles de Kwhanda, pero en un descuido Saroo se pierde y termina en Calcuta, allí es reclutado en un orfanato y dado en adopción a una familia Australiana.
El director juega con la ternura de Sunny Pawat el niño protagonista, la primera parte en donde el niño intenta buscar a su hermano y madre son de una ternura devastadora. El espectador sufre con el niño, pero a su vez se estremece con su rostro. La elipsis nos lleva a Saroo adulto, quien es un joven bien parecido, absolutamente aburguesado, con vistas a un trabajo y éxito en los negocios; Saroo ha logrado dejar atrás su infancia de pobreza en la India y se ha adaptado a la vida en Australia. Pero en su paso a la madurez comienza a vislumbrar un deseo por reencontrarse con su pasado. Nicole Kidman quien interpreta a su madre adoptiva, Sue Bradely, hace un trabajo delicado y meritorio, y desde acá arengamos para que se lleve la estatuilla a mejor actriz de reparto. La película crece con sus diálogos y reflexiones acerca de la adopción y el deseo de ser madre, su rostro cancino y la química con Patel le dan fuerza a una película que desborda en tristeza. Kidman es buena y de eso no hay duda, pero en esta película logra conmover. Ojalá que se quede con el Oscar.