Hace muchos años el cine de adolescentes norteamericanos traumados por una pubertad alienada se ha convertido en toda una suerte de sub-género. Un camino hacia mí aborda muchos temas de la típica familia disfuncional (centrando su eje en Duncan, un joven de 14 años cuyo padrastro califica del 1 al 10 como un 3) de los que finalmente profundiza muy pocos. El guión es una creación de la dupla premiada con el Oscar a mejor guión por Los descendientes, que además aquí también se atreven a dirigir.
Cuando se trata de contar una historia sobre un adolescente poco popular y sin amigos, resulta muy difícil ser original y no caer en todos los clichés que el espectador de cine ya conoce. Y en este caso los guionistas no consiguen despegarse demasiado de esa descripción, sin embargo logran confeccionar a un protagonista que a pesar de dar algo de pena cae simpático, que no es poca cosa. Lo que hace que la cinta no sea un completo tedio son principalmente sus actores (destacando a Sam Rockwell en el papel del amigo de Duncan, algo así como la figura paternal que todo adolescente desea tener) y el hecho de que no intenta causar gracia a toda costa como sí lo hacía Seth Rogen y su pandilla al incursionar en esta movida. No por eso se logra alejar de todos aquellos tópicos vistos una y mil veces con primer beso y pelea con el padrastro incluida. Si bien no existe ninguna secuencia fundamental ni auténtico drama o tensión, sus ocasionales agradables devaneos superficiales de melodrama adolescente hacen de Un camino hacia mí una experiencia prescindible pero apreciable.