La comedia dramática de la actriz/directora francesa (o franco-italiana) intenta funcionar con ese tono entre jovial y aparentemente despreocupado que tienen (o tenían) ciertas películas de la Nouvelle Vague para tratar los temas más serios posibles. Bruni-Tedeschi tiene que lidiar con un hermano enfermo de sida, un romance complicado, un embarazo inesperado y la crisis económica familiar que les obliga a vender el castillo del título en una película que –pese a los temas duros que trata– es simpática y amable en su tono, aunque un poquito dispersa en su construcción narrativa. Basada en las propias experiencias de vida de la realizadora/protagonista y dividida en las cuatro estaciones de un año, UN CASTILLO EN ITALIA puede ser la terapia familiar de una familia multimillonaria italiana, pero logra de cualquier modo trascender esa especificidad y transformar esas emociones en algo más o menos universal.