La familia
En su tercera película tras las cámaras, Valeria Bruni Tedeschi ofrece una historia de tinte autobiográfico con un fallido resultado final. Lo que pretende ser divertido deviene en un embole con mayúsculas.
La historia de Un castillo en Italia (Un château en Italie, 2013) no es otra que la de su propia vida. Una actriz que deambula entre Francia y el castillo que su familia posee en el norte de Italia. Sin marido, sin hijos, y en medio de una debacle económica familiar, se enamora de un joven actor mucho menor que ella (Louis Garrel, su pareja en la vida real). Pero también es la historia de su hermano enfermo de sida, el cual falleció víctima de ese mal. La gran ausente, su hermana Carla Bruni.
El principal problema de esta película es el tono elegido para contarla. Y no porque sea una tragicomedia sino porque en la mayoría de los momentos se confunde la ironía o el humor negro con el grotesco, y es ahí en donde la directora, guionista y actriz falla. La película se vuelve tediosa, no logra atrapar y hace que lo que intenta ser divertido termine aburriendo. No es que reírse de la tragedia esté mal, el problema es que no cause risa.
Estrenada en Cannes hace dos años, Un castillo en Italia propone mostrar la decadencia de una familia contraponiéndola con el renacimiento personal, el de la protagonista. Lo que sucede es que Valeria Bruni Tedeschi no le da en la tecla y solo se lucen la arquitectura, la banda de sonido y alguna que otra actuación. El resto olvidable.