Si a usted, amigo lector, todavía le gusta mirar las películas dentro de una sala cinematográfica al ver éste documental realizado por Luz Ruciello en Villa Elisa, provincia de Entre Ríos, se sentirá de parabienes al apreciar que la cruzada encarada por Omar Borcard no fue en vano.
Porque a Omar lo podrán tildar de iluso o loco, pero no de alguien que se rinde con facilidad ante los inconvenientes económicos, o al paso del tiempo y la modernidad que conlleva el uso de nuevos métodos de visualización de películas. A él nadie lo pudo detener para concretar su sueño.
El protagonista de ésta singular historia fue albañil durante más de tres décadas, luego consiguió tener una pequeña zapatillería. Su origen humilde contrasta radicalmente con el interés por la cultura y la divulgación de ésta. Con ese convencimiento construyó un cine dentro del terreno de su vivienda. Al no tenerlo el pueblo, hizo uno para poder proyectar y observar en pantalla grande los films de casi todos los géneros. No lo motivó la ambición de ganar dinero, sino la pasión y el amor por el séptimo arte.
El documental abarca un período de varios años en la vida de Omar y su mujer Teresa. De cómo ideó todo, luego la caída y posterior resurrección. Hay momentos emotivos, otros cálidos, acompañados por una adecuada música incidental. El relato mantiene un ritmo constante, al ver en cada una de las escenas como el personaje retratado hace algo. Es un hombre inquieto. No sabe lo que es el descanso.
Algún detalle convierte en un poco desparejo al documental, especialmente el haber decidido colocar algunas escenas del "crudo" de la filmación en la compaginación final. Como cuando preguntan qué es lo que tienen que hacer frente a cámara, o reciben indicaciones de la directora, que no le agrega nada importante a la narración. Este criterio adoptado rompe el clima obtenido porque no es una realización tradicional, sino que tiene un concepto estético, cronológico, musical, emotivo, etc., muy bien elaborados, pero qué, con dichas escenas rompe la homogeneidad necesaria.
La directora encontró una historia interesante para contar y la llevó a cabo. Como Omar, que no claudicó nunca. La convicción que tuvo fue tan potente y audaz que, construir un cine con sus propias manos, fue una consecuencia directa de la predilección que tuvo siempre por las películas que le alegraron la vida.