Cine para todos
Como todo círculo cerrado, el de les “cinéfilos” suele ser un micro mundo muy particular, con códigos propios y un lenguaje lleno de referencias que puede dejar afuera a todo aquel que no lo comparta. Tal como se plasmaba irónicamente en películas como El crítico o 20000 Besos, el cinéfilo habla permanentemente de cine de modo naturalizado, y más de una vez cree vivir dentro de una película, sin importarle que el “excluido” lo vea como una rara avis.
En el otro polo, están los que viven la pasión por el cine como forma de inclusión, los que creen que el cine se comparte con “el pueblo” y traducen su pasión en obras de acercamiento: Daniel Burmeister, el cineasta retratado por Eduardo de la Serna en El ambulante; gente como Fernando Martín Peña y su obsesión por el fílmico y lo popular en Filmoteca en vivo; los creadores de festivales como el Hacelo corto de Saladillo; o la tarea de la DAC llevando cine nacional a escuelas rurales como se ve en El cine argentino va a la escuela.
Omar José Borcard claramente entra en esta segunda categoría, y la documentalista Luz Ruciello nos permite conocerlo en su ópera prima Un cine en concreto.
El cine de la resistencia
Omar es un albañil entrerriano. Pero sería injusto decir que es solo un albañil. Con más de sesenta años, sus riquezas son más de espíritu que económicas.
De chico, el cine de pueblo lo ayudó a sobrepasar los malos momentos de bolsillos flacos refugiándose frente a la pantalla. De grande, quiso retribuir ese regalo inconmensurable.
Su oficio de albañil lo ayudó a construirse una sala, El Paradiso, y con un proyector ya oxidado sigue proyectando sus películas en fílmico para todo aquel que las quiera ver. Ruciello hace todo lo posible para que adoremos a Omar. De todos modos, la tiene fácil, nuestro protagonista se hace querer y es imposible no tomarle (mucho) cariño desde la primera frase.
Como suele suceder con este tipo de documentales que siguen a una vida, a una persona, Un cine en concretoparte de lo particular para ir hacia algo más grande y general, solo que en este caso ese traspaso tendrá que hacerlo el propio espectador desde su análisis; la directora nos da las herramientas.
Un cine en concreto no es solo sobre un personaje, si se quiere, pintoresco; es sobre una vida sacrificada pero apasionada. Es sobre el cine, y lo que este significa en las vidas de la personas. El cine como hecho social.
También nos habla de los cambios de paradigmas y de la resistencia del formato clásico. El Paradiso puede ya no tener el brillo de otrora y su concurrencia no es la que era, pero Omar no va a claudicar.
No entiende cómo la gente dejó de ir a las salas, no le hablen de otra cosa que no sea algo que pueda pasar por su proyector, el fílmico. En el “ir al cine” había una ceremonia, y Omar no quiere que desaparezca.
Del dicho al hecho
Más que ser un erudito catedrático sobre teorías cinematográficas, Omar vive el cine, aún sin participar en nada que incluya “hacer una película”. Mantiene toda una tradición artesanal en la selección de películas, promocionarlas de un modo cuasi casero, y seguir abriendo las puertas de la sala que él mismo se/nos construyó. Es un modo de compartir no solo con “los que saben y entienden”, sino con la espera de que alguien se acerque y descubra; ir de la palabra a la acción.
Un cine en concreto es un documental formal, sin grandes hallazgos estéticos ni narrativos porque no los necesita, el cine le brota a cada cuadro, porque su homenajeado exuda celuloide por todos sus poros.
Podremos conocer algo de la vida diaria y la historia de Omar, escucharlo hablar, exponer y dejarnos bien claro qué es lo que, para él, el cine debería ser.
En definitiva, Un cine en concreto es un documental sobre el cine desde lo más profundo, desde la pasión y las locuras hermosas que nos lleva a hacer, y la garra que le ponemos para que el fuego de la pasión no se apague. Si quieren entender a qué nos referimos cuando hablamos de la ceremonia del cine, imposible de repetirla viendo algo en casa, Luz Ruciello nos regala la clave.