En un pueblo olvidado de la cordillera patagónica vive una mujer que, todos los días, repite su misma tarea: dar de comer a sus gallinas y caballos, y recoger flores y frutos. Nada parece romper esa rutina que la convierte en un ser solitario y necesitado de afectos que nunca llegarán a su vida. El director Miguel Zeballos sigue con su cámara a ese ser inmerso entre la tristeza y la melancolía, y así este documental casi carente de diálogos se convierte en un ensayo poético acerca del tiempo y en una reflexión sobre el vacío y la muerte. El propio realizador, con su voz en off, es otro protagonista para retratar el silencio estruendoso de ese pueblo por el que transita esa mujer sin porvenir.