Es un ensayo poético sobre la soledad, la muerte y el paso del tiempo. Muestra primero la inmensa precordillera, las nubes y el cielo. Luego una casita perdida. Y una mujer que ahí tiene su campito con los animales. Casi cada plano es una pintura. Cerca de allí están los petroglifos de Colomichó, acaso también esté la tumba de los hermanos Pincheira, famosos cuatreros chilenos. Pero el autor, el neuquino Miguel Zeballos, no se distrae en esos asuntos. Y sus palabras en off se potencian con la bellísima fotografía de Lluis Mirás Vega. Esperemos que la proyección del Gaumont pueda estar a su altura.