“Un continente incendiándose” sigue a una mujer que vive en un pueblo olvidado de la Patagonia argentina. Un documental valiente en su propuesta, que denota sus virtudes en la osadía de obligar al espectador a vérselas cara a cara con conceptos tan amplios y mudables como lo son el tiempo, la soledad, la muerte o la poesía. Una obra decididamente reflexiva que abre de par en par una ventana gigantesca al alma del director Miguel Zeballos, y expresa en cada una de sus tomas el amor por el cine y la cámara que dicho realizador ha empleado al realizarlas.
La película es técnicamente correcta, se compone del resultado al desarrollo observacional que, no necesita en sí mismo implementar otro recurso más que el del asimilable a un ensayo poético y audiovisual, funcional al espectador, como si de un perfecto freno de mano vital a tanta vorágine con la que se lidia diariamente se tratase, sobre todo en las grandes ciudades.
Una obra impregnada de nuestros aspectos culturales y raíces, literalmente un canto a la introspección, gracias a la convivencia que mantenemos como espectadores con una de las protagonistas visibles del documental: Mercedes Muñoz, cantora del lugar, mientras que, por otro lado, me atrevería a deslizar que los otros protagonistas del film son la poesía, el paisaje espiritual del pueblo “Las Ovejas” ubicado en Neuquén, la voz en off de su director y nuestra propia introspección reflexiva al verla, ya que es una de las cualidades que vivimos necesariamente al verla. Una cinta que paradójicamente logra a partir de la quietud un imperceptible movimiento interno o filosófico que invita desde la observación, aparentemente pasiva, a reflotar aquellas dudas que todos tenemos frente a cualquier certeza existencial. En definitiva, percibí un tranquilo, lento e interesante viaje audiovisual que mayormente trata más sobre uno mismo que sobre una situación, paisaje o persona externa.