Uno de los espacios más recorridos por el cine argentino es el que refiere a los hechos ocurridos en la última dictadura militar. Desde Sinfonía para Ana hasta La historia oficial, abunda una amplia cantidad de producciones que proyectan los horrores de aquella época. Aún así, el terror inspirado por la dictadura es tal, que seguimos necesitando directores que recompongan un rompecabezas de desaparecidos, madres en luto y nombres propios diluidos en el olvido. En este caso, Lucas Combina traslada la novela ‘Un crimen argentino’ de Reynaldo Sietecase a la pantalla grande y, sin escatimar en detalles, nos cuenta un hecho que fue espantosamente real.
Cuando un adinerado empresario desaparece en la ciudad de Rosario y en el marco de la última dictadura militar, los secretarios jurídicos Antonio Rivas (Nicolás Francella) y Carlos Torres (Matías Mayer) lideran la investigación para encontrarlo. Como si el caso fuese poco transparente de por si, surgen otros interesados en hacer aparecer al empresario. El problema no es solo la carrera que Rivas y Torres deben jugar para ser los primeros en dar con el paradero del desaparecido, sino también las oscuras intenciones de aquellos contra quienes compiten para llegar a la meta.
Desde la capa más superficial de la cinta hasta la más profunda, cada elemento de ‘Un crimen argentino’ se luce en su meticulosidad. Para empezar, la configuración de un estilo de época plenamente acertado. La paleta de colores, la vestimenta, los autos, los hábitos del momento y ese andar precavido de los personajes por espacios abiertos que, en cualquier segundo, pueden convertirlos en desaparecidos. La inmersión en la historia elige comenzar desde lo espacial y estilístico.
Luego, se transfiere ese mismo detallismo a los diálogos y las actuaciones. Los intercambios entre personajes se sienten genuinos y para nada forzados, incluso cuando se desliza una frase cómica por acá o por allá. Antonio Rivas y Carlos Torres viajan de la tranquilidad al miedo, pasan por lo reidero y hasta se detienen en ciertos momento de ira. Aún con tantas idas y vueltas anímicas, ningún diálogo se siente fuera de lugar, y de hecho, amplian la verosimilitud de la historia.
Es decir, a pesar de la seriedad que requiere el contexto histórico y político en el que se inserta la trama, se nos recuerda una y otra vez que estamos observando a un grupo de personas que no tiene un manual de como manejar sus emociones en el medio de una dictadura. Aquello establece modos de comportamiento que no parecen sacados de una ficción, sino de cualquier escenario cotidiano.
Entonces, podemos asegurar que los detalles abundan y caracterizan todos los aspectos de la película. Sin embargo, donde más efectivos resultan es en los tiempos del relato. ‘Un crimen argentino’ sabe que trata con la historia de un asesinato que generó más interrogantes que respuestas, y el ritmo narrativo no desea elidir ninguna de esas preguntas. Por eso, si lo que se quiere es ver una película con núcleos de acción potentes y resoluciones continuas, puede que sea mejor elegir otra opción (aunque sería una pena). Todos los personajes divagan, elucubran, intentan probar sus deducciones, fallan y vuelven a empezar, así una y otra vez. De esta forma, el director se propone retratar cada arista de una historia real y una época que, aún hoy en día, intenta escabullirse de la revelación de la verdad y sus minucias.