Un crimen argentino (2022) es una transposición de la novela homónima del periodista y escritor Reynaldo Sietecase, publicada en el año 2002. A su vez, el texto literario estaba basado en un crimen real ocurrido en la ciudad de Rosario en los años `80, donde un hombre adinerado aparentemente es secuestrado de forma extorsiva con pretexto económico.Bajo la dirección de Lucas Combina (La chica que limpia, 2018), el relato sigue la investigación del caso por parte de dos jóvenes secretarios de un juzgado de instrucción, Antonio (Nicolás Francella) y Carlos (Matías Mayer) que intentan cumplir las ordenes de su jefe, el juez Suárez (interpretado por el siempre sobresaliente Luis Luque).
En consecuencia, mediante un tono detectivesco, la narración se centra en la búsqueda de pruebas de los investigadores que tienen bajo la mira a un sospechoso, Mariano Márquez (Darío Grandinetti), un abogado que ya posee antecedentes penales, pero el problema se encuentra en que “sin cuerpo no hay delito”. Asimismo, otra dificultad que los secretarios deberán sortear son las interferencias y presiones constantes de la policía al servicio del poder opresor de turno, encarnados en los personajes de Servera (Alberto Ajaka) y su superior el teniente Ríos (César Bordón). En dicho sentido, además de una excelente ambientación estética de época, la película también logra reconstruir el clima de ese periodo y el terror de estado sembrado por la dictadura militar. Tan sólo un ejemplo de ello es el icónico Falcon verde que circula tormentosamente por las calles de la ciudad.
El largometraje si bien pertenece al género policial, posee algunos elementos del thriller y unos pocos rasgos de buddy movie que logran distender la tensión ocasionada por la densidad de la trama. Dentro del esquema de personajes, también se encuentran dos mujeres que intentan abrirse camino en ese universo dominado mayormente por hombres. Por un lado, María (Malena Sánchez), sobrina del juez, cuyo personaje representa el componente sentimental a la trama por su vínculo con Antonio, pero también propicia tensión, porque el relato se encarga de generar la sensación de peligro para la pareja dado el contexto histórico. Por otro lado, una experimentada médica forense (Rita Cortese), cuyo personaje se encuentra también del lado de los “buenos”, funciona brevemente como el comic relief del relato.
Por último, hay dos aspectos que se observan negativamente sobre el filme, el primero tiene que ver con la secuencia inicial que inaugura la narración, a partir de un audio de Videla sobre el despreciable término “desaparecidos” que sitúa la acción en 1976 en pleno golpe militar. Desafortunadamente, a continuación de dicho audio de archivo se pasa a una escena de sexo entre Antonio y María ubicada en 1980. Por ende, se considera que el montaje allí es totalmente desatinado, abrupto y de “mal gusto”, similar a lo que sucedía en algunas secuencias de El clan (2015, Pablo Trapero). En segundo lugar, y de menor tenor, parece algo inverosímil que un secretario de un juzgado porte un arma de fuego y por momentos actúe como un oficial, pero bueno esto es un detalle que suponemos bien intencionadamente quiere resaltar el tono detectivesco de la trama y acercarlo como el relato mismo enuncia al “cine de espías”, como otras “licencias artísticas” que se atribuye la obra. Sin embargo, se considera notable como con algunos rasgos y frases el filme logra representar el costumbrismo argentino, incluyendo sus pesares con citas como por ejemplo: “(…) en Argentina el que trabaja no tiene tiempo para hacer plata” y“El mundo está lleno de malas personas y la mayoría está suelta”. En conclusión, Un crimen argentino es una obra lograda, intrigante y entretenida para toda clase de público, incluso el más reticente a contemplar el cine nacional.