Perdida en mis pensamientos.
Cecilia (Elisa Carricajo) camina despacio casi como analizando cada paso que da. A Cecilia se le quema la comida y a diario suele pensar en pequeñas cosas que le hacen olvidar de las importantes. Su rol como madre sobreprotectora y docente universitaria ocupan la mayor parte de su vida. Está separada y la tenencia es compartida. Vive junto a su pequeño hijo Juan y cuenta con la ayuda de Nebe, una señora que trabaja en su casa.
Si bien su cabeza parece estar un poco caótica, la desaparición de Kevin (el hijo de Nebe) detonará en su rumiación un planteo casi existencial: ¿Cuál es el rol de las teorías sociales? ¿Cuánta distancia existe entre pensar cómo debe funcionar una sociedad y cómo realmente funciona? ¿Cómo accionar más allá de lo teórico y catedrático? Cecilia es docente de sociología y todas estas cuestiones la preocupan demasiado.
Un crimen común cuenta una historia sobre la desigualdad, también sobre el uso que tiene el Estado de las fuerzas y cómo éstas, muchas veces, no miden sus actos dejando como saldo violencia injustificada, humillación garantizada e impunidad. Utilizando al personaje de Cecilia como excusa para la ficción, el film avanza en el desarrollo de un relato sobre la vida de una madre desde dos puntos de vista: la de clase media y la de clase baja.
Y lo curioso es que no intenta establecer diferencias contrastadas, sino más bien se esfuerza por emparejar las distancias mostrando el sentido universal del concepto de madre: la protección hacia un hijo. Además, el film, con oportunas intervenciones de carácter de crítica social, expone una realidad vigente en Argentina: la desaparición de jóvenes en manos de las fuerzas de seguridad.
Cecilia sin querer es testigo de haber visto a Kevin con vida por última vez, pero no lo dice porque la invade el miedo. ¿Cómo explicarle a otra madre que no pudiste (ni supiste) salvar a su hijo? Así comenzará el derrotero mental de la protagonista que intentará seguir con su vida cotidiana sabiendo que ni toda la teoría social de Althusser ni el marxismo podrán sanar su culpa. Ella que siempre incluyó a Nebe en su mesa y luchó por exponer las desigualdades. En este sentido la película expone una contradicción narrativa que bien podría asemejarse a las bases del pensamiento sobre la estructura de las sociedades.
Un crimen común propone una reflexión muy bien narrada, y desde el punto de vista cinematográfico muy bien diseñada. La estructura del relato fluye de la mano de un guion con ritmo interno y una lucidez social impecable. A su vez logra crear un escenario de realismo contemporáneo a través del vagabundeo de la protagonista, quien además de perderse en sus pensamientos de culpa, se pierde en la vida misma cuando, por ejemplo, los pasillos de la villa se vuelven un laberinto sin salida. Un reflejo de su mente. Otro laberinto será su vida profesional que parece estancada.
Como si esto fuera poco, la película se soporta en las bases de la ficción adhiriendo algunos recursos del cine de suspenso que enriquecen definitivamente el conjunto. Una ficción social con tintes de thriller, eso es Un crimen común.