Un cuento chino también se podría haber llamado “Un cuentito”, porque es eso en el mejor sentido de la palabra.
Y en el cine argentino faltan que te cuenten una historia de “había una vez…”. Está claro que el público necesita más historias y menos reflexiones de algún director que no quiere ir al psicoanalista…
Un cuento chino tiene el gran mérito de contar una historia con sus etapas de la narración bien definidas y cerrándola de manera simple y concreta. También podría haberse llamado “un cuento redondo” y encajaba igual.
No voy a hablar de Darín. No hace falta. No va a cambiar el concepto que tienen de el los espectadores. Los que adoramos sus interpretaciones seguiremos contentos y los que no… no cambiarán.
El guión es muy bueno y tiene muchos detalles que tienen referencias posteriores a lo largo de la narración. Eso está muy bien trabajado.
Técnicamente quiero decir que no me gustó la fotografía de la película. Si bien se ve todo de manera nítida y bien iluminada, los colores son muy pálidos. La escena final tiene otra tonalidad y hubiera sido bueno lograr algo así… más cinematográfico o más televisivo… no importa, pero esos colores apagados realmente le sacan brillo a la imagen.
La dirección es muy buena y el ritmo de la película no baja. En el momento en que en realidad baja medio cambio, viene la mejor secuencia de toda la película, con una recreación muy poderosa de un hecho muy importante, con una mezcla genial de imágenes y narración que levantan un par de puntos el resultado final.
Un cuento chino es un producto sólido que no va a defraudar a los seguidores del cine argentino de calidad y sin segundas o terceras intenciones.