De cómo un gran actor puede brillar en una película mediana
Tengo una teoría que no tiene demasiado fundamento empírico (cada cinéfilo podría hacer listas de artistas y películas para alimentarla o desmentirla). Es más bien un esbozo, si se quiere una intuición: para mí a los grandes actores se los elige en películas medianas, no especialmente recordables. Me explico: hay muchos intérpretes que han pasado a la Historia del cine gracias a sus trabajos para directores de primera línea o en films que ganaron el Festival de Cannes o el Oscar. Pero creo que se puede detectar a un actor o actriz de excepción cuando logra lucirse en (y engrandecer a) una historia no particularmente deslumbrante o inspirada. Eso es lo que ocurre con Ricardo Darín en Un cuento chino.
Esta nueva película de Sebastián Borensztein (La suerte está echada) es una simpática comedia con algunos buenos momentos, ciertos gags logrados, algunas observaciones interesantes respecto de las diferencias étnicas... y con un gran actor como Darín, de esos capaces de hacer interesantes incluso personajes algo estereotipados como el Roberto de Un cuento chino. Para seguir con mi modesta teoría es un film como éste (y no Nueve Reinas, El aura o El secreto de sus ojos) el que demuestra por qué Darín es un actor enorme.
Roberto es un veterano de Malvinas (un detalle del guión totalmente innecesario por lo burdo como para "jusfiticar" las miserias del protagonista) que vive solo y se mantiene gracias a su ferretería. Huraño, malhumorado, obsesivo, resentido, fóbico, nuestro anithéroe se la pasa insultando a todo el mundo, como si fuese la víctima preferida de una conspiración universal en su contra. Ni siquiera tiene la disposición mínima como para dejar entrar en su intimidad a una mujer que "muere" por él (Muriel Santa Ana).
Su existencia de encierro, neurosis y previsibilidad se ve convulsionada cuando -de forma accidental y casual- un joven chino llamado Jun entra en su vida y la cambiará para siempre. El recién llegado -víctima también de la mala suerte y de los golpes de la vida- genera en Roberto una mezcla de compasión y culpa, aunque también desata toda su veta agresiva y negadora.
Borensztein apela a ciertos lugares comunes sobre las comedias de este tipo (los malosentendidos con el lenguaje, las costumbres opuestas) y se arriesga con unos flashbacks y pasajes fantásticos jugados al absurdo en el que hay un gran despliegue de efectos visuales aunque no demasiado logros narrativos.
Un cuento chino se sigue en su mayor parte con interés, el relato es leve y bastante fluido, pero tengo casi la certeza de que con otro actor al frente habría resultado bastante menor. Con el carisma, la contención, la ductilidad, el tono justo de Darín es -más allá de los altibajos apuntados- una película que merece ser vista.