Comedia con toque de humor negro que destaca a un inteligente realizador
Seguramente el día que se escriba un libro sobre Ricardo Darín el volumen que hable de sus trabajos en el cine serán del grosor de una guía telefónica, hasta nos podríamos quedar cortos. 36 películas lleva filmadas desde que irrumpió en la pantalla grande con su intervención en “He nacido en la Ribera”, en 1972, y la magia sigue intacta, es más, creemos que a pesar del Oscar y de sus éxitos la próxima será la mejor película de Ricardo. Por ahora la próxima es ésta, “Un cuento chino”, tercer realización de otro talento que ya da que hablar y que, probablemente, podría competir por un Oscar, me estoy refiriendo a Sebastián Borensztein (“La suerte está echada”, 2005, “Sin memoria”, 2010).
“Un cuento chino” es la historia de Roberto, un hombre marcado por un duro revés que detuvo su vida hace más de dos décadas y desde entonces vive solitario, atrincherado en su mundo, hasta que un día una extraña jugada del destino logra despertarlo y traerlo de regreso. “Un cuento chino” es la historia de un argentino y un chino unidos por una vaca que cae del cielo. Este hecho fue noticia en la vida real recuerda Borensztein, “un día leí en un diario que una vaca cayó desde un avión sobre un barco pesquero japonés y lo hundió”, ese fue el punto de partida para este proyecto, “adopté la historia y la vaca cae sobre un sampán chino, velero tradicional oriental”
Huang Sheng, el actor chino, es un excelente partenaire que junto a Darín hacen una dupla perfecta animando un buen guión, con diálogos desopilantes y muy efectivos. La labor de Muriel Santa Ana no desentona y se integra cómodamente a esta dupla aportando una gran interpretación.
“Un cuento chino” tiene todo lo que hay que tener para convertirse no sólo en un entretenimiento genuino, sino que también abre perspectivas interesantes para el espectador, con su personal lectura, es invitado a reflexionar. En todo momento la solidaridad está presente, al igual que los buenos sentimientos.
Una impecable fotografía y una serie de tomas en el barrio chino del Bajo Belgrano hacen de “Un cuento chino” una producción familiera e inteligente.
El primer mérito de Sebastián Borensztein es que denota saber contar una historia. Como guionista, la desarrolla sobre la base de una cuidada estructura en su continuidad narrativa, perfil de los personajes, medida en la progresión del relato y ajustados cierres de los conflictos planteados. El segundo, lo encontramos en su condición realizador, donde se destaca como un fino estilista de la estética cinematográfica, pudiendo apreciarse una cuidada concepción de los encuadres, madura dirección de actores, apropiada empleo del tiempo y el ritmo expositivo, plasmados en escenas cortas y fluidas, ajustadas a las necesidades del relato.
El joven y prometedor realizador argentino declaró que esta obra “no es una comedia, es una película emotiva, con algo de humor negro, pues el espectador llegará a divertirse con las dos tragedias que se encuentran”. Lo por él propuesto lo concretó en el producto final.
Todo ello nos revela a un cineasta inteligente, imaginativo, seguro y entretenido, todo lo cual, a la hora de ver el filme, se agradece y valora.