Un ladrón pretende robar en una mansión pensando que está vacía. Sin embargo, Beverly Penn, la enferma hija del propietario, se encuentra en la casa. Ambos se conocen y se enamoran, pero la chica está a punto de morir. Ambientada en Nueva York y abarcando más de un siglo, “Cuento de invierno” es una de esas historias de amor eterno, más allá de los tiempos, y también es un relato sobre buenos y malos demasiado pueril. Hay que hacer un gran esfuerzo (más de fe que de imaginación) para creerse el relato y hay que hacer otro gran esfuerzo para que la aventura no se desvanezca como el aire entre los dedos o, mejor, como los etéreos ángeles y demonios que se están peleando frente a nuestra narices. Si se supera estos obstáculos, caerán en la cuenta que queda un cacho de ternura en el mundo, que la peli cuenta con una gran fotografía y mejor música, con un elenco de estrellas (el versátil Farrell, el pesado y desatadísimo Crowe, la hermosa Jennifer Connelly, el reaparecido William Hurt, la menuda Brown Findlay y el grandísimo William Hurt) ... y que hay que dejarse llevar por la lágrima fácil aunque todos sepamos que en las cuestiones del amor nada de esto pasa.