La tercera peor persona del mundo
En los primeros minutos de Un despertar glorioso, con una breve escena de presentación, ya nos formamos una imagen bastante nítida sobre su enérgica protagonista, la productora de TV Becky Fuller (una encantadora Rachel McAdams). La chica vive por y para su trabajo en un programa matinal de noticias. Se acuesta todos los días a las 8 de la noche y se levanta a la 1.30 de la madrugada para empezar a preproducir el show que se emite a las 4. Con una vida social inexistente y sin ningún novio a la vista (ni siquiera un candidato al puesto ya que lo ahuyenta en la escena antes aludida), Becky deposita todas sus esperanzas en su carrera. Cuando la llegada de un advenedizo la deja injustamente en la calle, por un momento se mueven los cimientos de esta joven perennemente animosa. Lejos de desalentarse la hiperquinética chica sale resuelta a conseguir otra oportunidad. Tras mucho perseverar –llamados, mails y currículums mediante- Becky por fin es citada para una entrevista de trabajo en la cadena IBS de Nueva York. El director Jerry Barnes (Jeff Goldblum) le ofrece el cargo de productora ejecutiva del desprestigiado noticiero tipo magazine “Daybreak”. Becky recibe la propuesta como un desafío sabiendo que los números de rating no son buenos, y acepta.
La primera medida de su gestión es echar al sexualmente perverso conductor del programa Paul McVee (Ty Burrell). La co-host seguirá siendo la ácida Colleen Peck (Diane “Algún día te vas a tener que jubilar” Keaton), los columnistas serán los de siempre y para ayudarla en la puesta a punto diaria, ahí está el eficiente jefe de producción Lenny Bregman (un notable John Pankow). La falta de presupuesto para convocar a un profesional de carrera que reemplace a Paul obliga a Becky a buscar entre la plantilla de contratados de IBS. Es así que aparece Mike Pomeroy (impecable Harrison Ford), una suerte de Santo Biasatti yanqui, personaje odioso si los hay, a quien se le paga un contrato millonario pese a que fue desafectado de su último show. El trato con este sesentón soberbio, egocéntrico y multipremiado es prácticamente imposible pero con ardides legales (por la plata baila el mono, amigos) lo persuade para que se sume al grupo. Colleen y Mike se llevan mal (no podía ser de otra forma) pero Becky cuenta con tiempo para pulir la relación. Su incipiente romance con otro productor de la cadena, Adam Bennett (Patrick Wilson), de algún modo pareciera darle algo de sentido a su acelerada existencia. Claro que su inveterado optimismo se ensombrece cuando Adam recurre a su experiencia personal con Mike Medavoy para arribar a una terrible conclusión: “-Es la tercera peor persona del mundo (luego de Kim Jong-Il y… Angela Lansbury!!!)”.
El esforzado armado de ese magazine alocado y berretón; más la difícil responsabilidad de ser la mediadora de dos personalidades explosivas y contrapuestas es en líneas generales lo que cuenta esta vertiginosa comedia bien escrita por Aline Brosh McKenna (El diablo viste a la moda) y elegantemente dirigida por el sudafricano Roger Michell (Un lugar llamado Notting Hill). La película está narrada desde la perspectiva de la omnipresente Becky cuya característica más notoria es su verborragia incansable. En manos de otra actriz este personaje tal vez sucumbiría sin remedio pero Rachel McAdams es una mujer que irradia tanta belleza y carisma –sin perder su condición de “chica de al lado”- que se pone al espectador en el bolsillo de inmediato. Harrison Ford ha hecho pocas comedias en su larga trayectoria y posiblemente ninguna de ellas integrará nunca una antología del género; sin embargo, su desempeño como ese periodista serio y cascarrabias debería incluirse entre lo más saliente de su filmografía. Diane Keaton alguna vez fue una actriz de nobles atributos; hablamos de cuando era la musa inspiradora de un Woody Allen irrepetible (Annie Hall- Dos extraños amantes, Manhattan) y entregaba interpretaciones arriesgadas como la de la aquí inédita en cine Buscando al Sr. Goodbar (Richard Brooks, 1977). Como otros actores de su generación (De Niro, Nicholson, Pacino) la Keaton con los años se aburguesó y su insistencia en reiterar el mismo papel de señora bien, independiente, intelectual y habitualmente juvenil (cuando su documento la delata como una madura dama de casi sesenta y cinco añitos) a esta altura sólo causa más enojo que pena. No es mi actriz favorita, está dicho, pero en Un despertar glorioso cumple con su rol a la perfección. Quienes esperen una comedia romántica saldrán defraudados del cine: el triángulo que surge aquí no es amoroso sino laboral. Y uno muy divertido, por otra parte…
Si bien el desarrollo pudo explotarse un poco más y el remate no deja de ser convencional a las normas más tradicionales de Hollywood, este noveno filme de Roger Michell se permite poner el foco en una actividad con gancho para el común de la gente: la “cocina” televisiva. Por más exagerada que luzca en sus observaciones –¡es una comedia, recordemos!- el guión dispara certeras verdades sobre la fauna del medio. Nadie que haya trabajado en algún canal dejará de reconocer y reconocerse en ella. Confiemos que con mejor humor que Mike Medavoy…