Verdadero desperdicio de talento para los amantes del género
Los entretelones de la televisión están hechos a la medida de las comedias de enredos. Después de todo, la mayoría de lo que vemos en la pantalla suele llegar allí por una combinación de tenacidad, vértigo y simple suerte más que por verdadero designio de sus responsables (véase Sopa de jabón , con Robert Downey y Whoopi Goldberg). Como el cine siempre ha tenido una relación un poco tirante con su hermanita menor, se siente más cómodo en el drama comprometido y la denuncia de las muchas falencias de ésta ( Poder que mata, Detrás de las noticias, The Truman Show ) que en cualquier movimiento que intime respeto por el medio.
Y, en los papeles, la idea -joven productora en ascenso consigue el trabajo de su vida sólo para descubrir que su éxito depende de una tarea imposible: resucitar un programa malísimo- no era lo único que parecía tentador para los sufridos amantes del género. Tanto su director (el sudafricano Roger Michell, responsable de Notting Hill ) como su guionista (Aline Brosh McKenna, la de El diablo viste a la moda ) acreditaban películas de fuste dentro de la historia reciente, y el hecho de que el centro de la historia girara alrededor de la talentosa Rachel McAdams no hacía más que confirmar los pronósticos.
Pero poco en Un despertar glorioso hace honor a sus prolegómenos: desde una historia que pierde el rumbo demasiadas veces y fuerza incontables gags hasta un montaje frenético que no logra insuflarle ritmo a un film impersonal y anémico, todo aquí está más cerca de un capítulo genérico de Ally McBeal que de la comedia brillante y alocada que McAdams trata de impulsar (con un timing impecable y la justa dosis de picardía y encanto) durante eternos 107 minutos.
Qué decir entonces del hecho de que Un despertar glorioso desperdicia por completo a Harrison Ford y Diane Keaton -los conductores del programa a los que el personaje de McAdams debe domar - confinados aquí a estereotipos que la TV abandonó en la época de El show de Mary Tyler Moore . Quizá que ellos, McAdams y acaso el sufrido público tendrán su revancha.