¡Viva la TV Basura!
Un despertar glorioso (Morning glory, 2010) tiene una ideología nefasta. Bajo el aspecto de comedia romántica, simpática, de narración clásica y fluida, se entrelee una subtrama que enfrenta dos tipos de televisión: la que basa sus contenidos en entretenimiento, dispersión y de tono burlón vs. La intelectual, informativa, que efectúa denuncias de corrupción. ¿Adivinen cuál gana?
Becky Fuller (Rachel McAdams) es una productora de TV obsesiva por el trabajo y carente de vida propia, es decir, vive para el trabajo. Asignada a un programa matutino, se ve envuelta en la difícil tarea de mejorar el rating para no ser despedida. Para ello contrata al respetado y malhumorado periodista de investigación Mike Pomeroy (Harrison Ford) que le traerá más problemas que soluciones.
Hasta aquí la trama se basa en una pelea de egos entre sus conductores estrella Coleen Peck (Diane Keaton), una suerte de Maru Botana engreída, y Mike Pomeroy, un Santos Biasati inteligente, por mencionar dos paralelos porteños. La subtrama plantea algo mucho más grave éticamente hablando: el entretenimiento burdo del programa matutino, que apela a cualquier recurso para levantar el rating vs. El periodismo informativo serio. Diane Keaton representa el lado pasatista de la TV y Harrison Ford el serio -y aburrido para el filme- costado intelectual y de reflexión.
Esta subtrama pasa por alto a simple vista porque la narración está centrada en la pobre Becky que tiene que lidiar con ambos personajes para conservar su puesto de trabajo. Como ella es joven, necesita trabajar y hacer carrera no tiene ninguna pretensión ideológica. Por ende el filme resuelve todo –entiéndase simplifica- a una guerra de egos entre ambos conductores estrella: la pasatista y el comprometido con la realidad, y la productora tratará de apaciguar las aguas, hacer que convivan para que el programa no desaparezca.
Un despertar glorioso refiere en su título a la convivencia armoniosa que debe haber entre entretenimiento y noticias. Lo glorioso viene a significar el éxito, única posibilidad de ser feliz en el medio, motor de la otra subtrama, la que tiene a Becky pudiendo dejar su obsesión por el trabajo y entablar una relación con el chico que le gusta, sólo cuando al programa le va bien. Y es en este sentido que la película da tristeza.
Da tristeza porque da por sentado varios tópicos que maneja la televisión como medio éticamente incorrectos. Uno es que el éxito trae la felicidad y el otro que la TV basura debe convivir con la seria o –peor- que la TV seria debe existir siempre y cuando pueda ser entretenida.
Paradójico es el papel de Harrison Ford cuya carrera tiene paralelos con su personaje. El periodista que interpreta luego de una larga trayectoria y de estar un tiempo fuera del aire vuelve a este programa matutino a humillarse. Harrison Ford luego de una prolífera carrera y de estar desparecido de la cartelera en producciones directo al dvd vuelve a la pantalla grande con esta comedia humillante.
Entiéndase, Un despertar glorioso como producto cinematográfico que pretende ser (comedia romántica clásica que apela a los estereotipos, con personajes entrañables y carismáticos, bien actuada, etc.) cumple sus requisitos. El problema es la ideología que subyace en ella.