Despertarse con una sonrisa
Es raro, pero el saludo matutino no agrada a todo el mundo. Ustedes ya saben: es un acto de cortesía y amabilidad desearle un "buen día" a la otra persona, pero no siempre se toma como tal. Están esas personas que, bueno, empalagan. Y provocan el efecto adverso. En ese sentido, el personaje de Rachel McAdams es un poco como Sally Hawkins en La felicidad trae suerte (Happy-go-lucky, de Mike Leigh): una persona que irradia felicidad y optimismo pero no siempre logra contagiarlo. McAdams es el espíritu y el alma de la película. Está bastante bien, y como si fuera poco, está secundada por Harrison Ford y Diane Keaton.
Él es el nuevo conductor de un programa de noticias en caída libre. El equipo de producción es un desastre, y la presentación de los informes roza lo ridículo. Lo hace por contrato. Es un profesional ganador de varios premios Pullitzer. De ahí que siempre tenga cara de pocos amigos (incluso, un compañero lo describe como "la última persona con la que querrías trabajar). Becky (McAdams), la flamante productora sabe el potencial que se está desperdiciando con él, así que arma un nuevo equipo junto a Collin (Diane Keaton, que de Annie Hall en adelante, dejó de tomarse las cosas demasiado en serio). Los dos no se llevan para nada bien, aunque ese no es el único desafío de la joven. Además tiene que equilibrar una fracasada vida personal, donde es incapaz de establecer relaciones duraderas con hombres. Es la típica obsesiva workaholic (o "adicta al trabajo" en inglés...) que controla todo.
Hasta acá parece que la película es puro cliché, y en cierto sentido lo es. No es una comedia que se destaque por su originalidad, sino por la elaboración. El director de la fallida Notting Hill le gusta lo cursi. En algunas películas funciona y en otras no. En esta, se notan todos los lugares comunes del sub-género de "programas periodísticos" (por favor, piensen en las comedias, no en Network) pero sale a flote gracias a la infatigable y carismática protagonista. McAdams ya coqueteó con la comedia en Los rompebodas y Sherlock Holmes, pero no había tenido la oportunidad de probarse hasta que le tocó este papel. Me deja con ganas de ver un poco más en pantalla, no sólo de ella, sino de los otros actores también. Decía que Diane Keaton ya no se toma las cosas muy en serio... y tampoco lo hace Harrison Ford. Ambos crean caricaturas más que personas: él con el ceño siempre fruncido, ella con su sonrisa cínica. Pero son grandes actores y saben cuando ponerse serios. Cuando la película lo requiere, ellos están ahí. En cierto punto, la comparación no es tan descabellada, pero el cómic a Ford le sienta muy bien: cuando lo veía acá recordaba cuánto me divertí con Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal. Siempre entendí las críticas contra la película, pero también dije que iba por otro lado.
A fin de cuentas, Un despertar glorioso peca a veces de empalagosa. Reúne todos los lugares comunes del sub-género (periodistas que no se quieren, productora con problemas románticos, etc.) pero se salva por los actores. Eso de se salva quizás sea muy duro: es una buena película. Hay que aceptarla tal como es, y como de quién viene. Como los saludos de la mañana.