Sutilezas y conflictos profundos en una pura y bella realización
Este tipo de película, como lo es “Un día en familia”, sirve como detonador, para recordar, disfrutar e inspeccionar una de las filmografías más trascendentales de un realizador clave de la historia de la cinematografía: Yasuhiro Ozu.
“Un día en Familia”, dirigida por Hirokazu Koreeda, toma como punto de partida al cine de Ozu para narrarnos un drama familiar en el que se plantean cosas complicadas en las relaciones entre padres e hijos; argumento aparentemente “chiquito”, sencillo, inocente, pero en el fondo más que profundo.
Koreeda es un realizador sensible e inteligente que sabe captar esos pequeños y sutiles momentos que hacen especiales a historias familiares.
Volviendo a Ozu, digamos que sus películas permiten conocer un estilo estético y narrativo muy particular y extremadamente personal. Construido a través de un argumento nimio, sencillo (a simple vista) pero con un trasfondo en el que los pequeños detalles dicen mucho en un contexto flaco, moderado y medido. Tan medido como sus cortos y estáticos planos a noventa centímetros sobre el suelo, enfocados desde el punto de vista de una persona sobre un tatami sensei.
Esa meticulosidad para registrar esos instantes mínimos, justamente, es lo que permite al espectador observar desde la comodidad la lenta y escueta evolución de los conflictos familiares que afloran.
Es indudable la cancha que tenía este realizador para manejar el aumento gradual de las tensiones que flotaban en la atmósfera de sus filmes. En total, rodó cincuenta y tres largometrajes, en los que lograba prescindir del clásico plano-contraplano, trasladando a la pantalla, como factura final, obras extremadamente cuidadosas y prolijas, pero profundamente sensibles.
“Un día en familia” es una especie de homenaje explícito a éste realizador japonés. Abbas Kiarostami en “Five,”(2003) y, a su manera, logra que el fantasma de Ozu se mueva por los setenta y cinco minutos que dura éste film, como también en “Café Lumiere” de Hou Hsiao-hsien del año 2003.
Koreeda filma “a lo Ozu”: utiliza tomas largas, cámara quieta (fija), con muchas panorámicas, también el uso de la palabra es limitado y las imágenes lo dicen todo por sí solas.
En la película de Koreeda, los personajes son sugestivos, pacientes y callados, expresan sus emociones en cada silencio, en cada caminata, en cada mirada, etc. “Un día en familia” es cine puro y bello.
Koreeda retrata personas comunes con vidas poco sugerentes, y por estacionarse en espacios que en apariencia parecen vacíos, pero pintan claramente el modo de concebir sus obras tan introspectivas.
En esta película, que fue premiada en el Festival de Cine de Mar del Plata, deja que las cosas fluyan de una forma sensible y, con ello, consigue que la butaca de la sala se convierta en un confortable sillón desde la que contemplamos las armoniosas secuencias.
La callada emoción de los personajes (sobre todo las de sus padres) está directamente emparentada con las relaciones familiares que nos mostraba Ozu en sus películas.
Estoy convencido que la realización de Koreeda dialoga con la obra Ozu, la actualiza y la eleva.
Finalmente, apuesto que “Un día en familia” se transformará en un film forastero, extraño para la cartelera porteño. ¿Por qué? Porqué no está hecho en 3D, no tiene efectos especiales y porque no vende muñequitos de los personajes en las cajitas felices de las cadenas de fast food. A este film lo mirarán de reojo, llamará la atención, pero en cambio, para el cinéfilo (o el espectador festivalero) será un buen motivo para revisar (e inmortalizar) la obra Yasujiro Ozu y disfrutarla plenamente con una vigencia a prueba del paso del tiempo.