El final implacable y sencillo, recupera para toda la obra un sentido luminoso.
Una familia japonesa se reúne para conmemorar el aniversario del fallecimiento de uno de los hermanos de la familia. Él había seguido el mandato paterno de convertirse en médico. Su otro hermano varón, casado con una viuda con un hijo, apenas si consigue trabajos temporales. En la casa paterna se reencuentran con la hermana mujer, su esposo e hijos.
La situación no es sino la de una reunión familiar donde las relaciones familiares van apareciendo, complejas pero narradas con una simpleza admirable. Lo cotidiano, los recuerdos, los reproches, las cuentas aun no saldadas, las tradiciones imperceptibles, todo confluye en este día de visitas.
La muerte, un tema siempre presente en el cine de Kore-eda, es un protagonista más, pero como proceso, como parte de una mística de la cultura japonesa que, más allá del dolor, confirma la misma como parte de un círculo donde la vida continúa en otros, en relatos, en cantos, en imágenes.
Los tiempos perdidos, lo no dicho, lo bello y lo doloroso de las relaciones simples están allí, para preguntarnos, como espectadores, si no hay ahora mismo palabras que deberían ser dichas, ya mismo, para no dejar pasar el momento.
Todavía caminando tiene algunos problemas narrativos. Se reitera, por momentos fatiga, se desdibuja. Sin embargo, el final implacable y sencillo, recupera para toda la obra un sentido luminoso. (Nota: pónganle fichitas a mejor película y mejor actriz).