Pequeñas delicias (y miserias) de la vida familiar
El talentoso director de Maborosi, After Life: La vida después de la muerte, Distance y Nadie sabe -uno de los más interesantes del cine japonés de los últimos tiempos- ganó la competencia internacional del Festival de Mar del Plata de 2008 con esta pequeña y emotiva película sobre el reencuentro a lo largo de una jornada veraniega de un grupo familiar de tres generaciones. La historia está sustentada en las lúcidas observaciones, en los pequeños detalles, en la fluidez de la puesta en escena y en la espontaneidad de las actuaciones.
El film tiene una superficie luminosa, pero en su interior esconde una negrura que proviene de un par de muertes (uno de los hijos de los abuelos dueños de casa y el ex marido de la actual esposa del otro hijo) y que se evidencia en mínimos, pero incesantes reproches, rencores, secretos, miserias y pequeños actos de crueldad.
Que Kore-eda es un maestro de la puesta en escena, que es un merecido heredero del cine riguroso de Yasujiro Ozu, a esta altura ya no es novedad, pero en Un día en familia construye con gran sabiduría y sin descuidar el humor una de esas películas que van ganando complejidad, sofisticación y profundidad a medida que avanza y crece el relato.
No es casualidad que Un día en familia tenga varios puntos de contacto con Shara, la notable película de Naomi Kawase ya estrenada en los cines argentinos. Kore-Eda y Kawase son amigos y frecuentes colaboradores. Ambos están obsesionados por el tema de la muerte, la vejez, el dolor, las diferencias generacionales y los contrastes entre la tradición nipona y la modernidad que deshumaniza las relaciones afectivas.