El circulo de la vida
Si bien resulta innegable la presencia de la tradición japonesa en este nuevo opus de Hirokazu Kore-eda, Un día en familia (traducción poco feliz para lo que podría entenderse como aún caminando) trasciende las fronteras de lo autóctono para volverse universal y ese es su principal atributo. Lo universal no es más que el retrato agudo y sutil de una familia común en la que coexisten por unas horas 3 generaciones: padres, hijos y nietos (tanto postizos como naturales).
Bajo el pretexto de una reunión familiar como consecuencia de un nuevo aniversario de la muerte de Jumpei, el hijo muerto que aparecerá fuera de campo en cada recuerdo y en cada reproche, los hijos se trasladan a la casa de sus ancianos padres en las cercanías de la ciudad de Yokohama. Todos llegan a cumplir el ritual del encuentro, acompañados de sus respectivas familias, aunque cada uno ha partido hace rato de ese lugar para construir una vida y progresar económicamente en la gran ciudad de Tokio.
Así, entre pequeñas charlas triviales; entre silencios incómodos, se van deslizando los celos y reclamos de padres e hijos y viceversa con absoluta naturalidad. Al mismo tiempo se suman detalles e instantes de ternura en cada personaje que los despoja del estereotipo de la familia disfuncional y en esa capa de sentimientos genuinos fluye este relato minimalista en donde la presencia de Yosujiro Ozu, el gran cineasta nipón, surge desde la puesta de cámara que Kore-eda dispone magistralmente.
Bastan una sumatoria de gestos; de rostros compungidos, irascibles, cansados o miradas melancólicas para llenar los huecos que los afectos y desafectos construyen y destruyen sin advertir el paso del tiempo. Y en definitiva ese transitar en la letanía, donde el círculo de la vida se cierra y abre a nuevas historias, esperanzas y decepciones, es lo que conecta trama y personajes.
El realizador de Nadie sabe retoma algunos de sus tópicos como la muerte, los conflictos parentales, los abandonos implícitos y explícitos con la misma sensibilidad de siempre y apelando al poder de la síntesis narrativa y expresiva hasta el meticuloso empleo de una banda sonora -cálida pero agridulce- que acompaña perfecto algunas escenas sin estar omnipresente en todo el desarrollo de la película.