Al mirar este documental de Melina y Luciana Terribili se me vino de inmediato el extraordinario film israelí Einayim Petukhoth/Eye Wide Open que tristemente no pasó por nuestras salas. Las similitudes entre ambos son varias salvo el diferente sexo. Una relación homosexual, una sociedad ortodoxa y opresora, una familia detrás, la situación económica adversa, y el deseo profundo de liberarse y mostrarse como uno es.
Sí es distinto el cambio de registro. Aquí se opta por el registro documental, en primera persona, íntimo de Carmen, habitante de Almanjáyar, Granada, España. Que tiene el profundo deseo de irse a vivir con su novia, Sheila, pero queda bien claro que no se puedo, no está permitido, y no pueden permitírselo ellas mismas.
Carmen, tiene 21 años y vive para el cuidado de sus ancianos padres conservadores, estudia un curso estatal de acompañante terapéutico para personas mayores; y reniega, reniega de la vida que lleva, de tener que vivir su pasión a ocultas.
Las documentalistas arman una historia, dejan la cámara imperceptible y deja que todo fluya como en un argumento de ficción, salvo que esto es real, y escuchamos testimonios.
Carmen siente que su familia no lo aceptará, que la sociedad de Almajányar no lo va a aceptar; porque además, Sheila viene de afuera.
Ambas tienen un deseo ardiente de convivir como una pareja normal, pero el contexto les es adverso y se les opone como una realidad innegable.
Sin necesidad de ningún armado artificioso, despojado de cualquier irrealidad, las Terribeli crearon una historia de amor mucho más potente que varios melodramas de los que se estrenan por semana.
No todo es cuestión de rosas, lao que se ve, ese registro intimista al máximo, atento a los gestos y a los detalles del día a día, mostrará también que a veces con el amor sólo no alcanza, y que tantas adversidades pueden hacer mella y hacer aparecer dudas donde no las había.
Un día gris, un día azúl, igual al mar es un film delicado que habla del amor de la forma más franca posible, sin ningún tipo de prejuicios.