Ni Woody era un genio con cada diálogo o conflicto que planteaba en su época de oro ni ahora es el artista vergonzante que Amazon desprecia, los intelectuales atacan y las feministas defenestran. Un día lluvioso en Nueva York, que debió estrenarse en 2018 pero fue “cajoneada” por su productora porque hoy Allen es poco menos que un paria en los Estados Unidos, puede verse como (y probablemente sea) una película menor, sin grandes hallazgos ni sorpresas, que recicla varios temas que obsesionan a su guionista y director (las diferencias generacionales, las miserias del ambiente cinematográfico, las angustias, costumbres y traumas de la burguesía neoyorquina, la tentación del hombre maduro frente a una mujer mucho más joven, la infidelidad, el esnobismo de los jóvenes universitarios), pero incluso con su narración por momentos algo cansina no deja de ser una propuesta simpática y casi siempre placentera. Muy lejos de esa “basura” que la mayoría de los críticos norteamericanos ha despreciado (a esta altura creo que por prejuicios, odios y motivos más ligados a la corrección política del #MeToo que por cuestiones estrictamente artísticas) en reseñas hirientes hasta lo irrespetuoso. Aclaro: no creo que ningún realizador -por mejor filmografía que tenga- deba ser “perdonado” si hace un mal largometraje, pero con Woody en general y con Un día lluvioso en Nueva York siento que hay algo de saña, de sadismo, de encarnizamiento.
¿De qué va la película? Del viaje que dos jóvenes hacen desde la universidad en la que estudian (una del tipo Harvard) a Nueva York. Proveniente de una familia adinerada de Manhattan, Gatsby Welles (Timothée Chalamet) quiere ser una suerte de guía para su novia Ashleigh Enright (Elle Fanning). Pero apenas llegan a la Gran Manzana todo lo que puede salir mal termina peor. Ellos se separan, ella -que estudia periodismo- se obsesiona con Rolland Pollard (Liev Schreiber), un director de películas de arte en plena crisis creativa, luego termina vinculada por la prensa con una estrella latina (Diego Luna), mientras que él comenzará a frecuentar a Shannon (buen trabajo de Selena Gomez).
El tono ligero de comedia de enredos de estructura coral y aire casual le va bien a la película, que resulta por momentos un poco caótica, inverosímil y caprichosa, pero con varias escenas y situaciones encantadoras. La nostalgia de tiempos mejores, la melancolía exacerbada por una lluvia omnipresente (y no solo en el título), el inconformismo de unos personajes que vagan por las calles de Manhattan y cierto bienvenido romanticismo casi naïf hacen de Un día lluvioso en Nueva York un divertimento simple que se sigue y se disfruta sin grandes exigencias.