Por temas de público conocimiento, y los cuales no se abordarán en esta reseña ya que competen a la justicia, el año pasado no se pudo estrenar esta película, la número 48 en la filmografía de Woody Allen como director (sin contar cortos y episodios de tv).
Y debo decir que es excelente, una de las mejores que hizo en los últimos tiempos, en la senda se su obra de finales de los años 70s y principios de los 80s.
No solo por ver a los protagonistas caminando por las calles de Manhattan y hablando sobre las maravillas y misterios de la bella New York, sino también por la neurosis total de sus protagonistas.
Que no es otro que el mismísimo Allen pero en la piel de Timothée Chalamet, uno de los actores del momento y que en este film está genial al igual que el resto del elenco.
Personajes y sus sueños, personajes y sus traumas, personajes y sus ambiciones, esos siempre han sido el motor del guionista y director. Y aquí vuelve a brillar por eso.
Alguien podrá mirar de manera negativa a que el realizador siga abordando los mismos temas (de la misma manera) que hace 40 años, pero lo cierto es que como sociedad seguimos enfrascándonos en lo mismo. Más aún en una gran urbe.
No es casualidad el poco uso (casi nulo) de teléfonos celulares en esta historia. Queda bien claro que no entran en la narrativa de Allen. Es preferible los desencuentros y el azar.
Así es como nos enamoramos sin saber bien por qué de Elle Fanning, mientras la seguimos en su gran periplo donde todo puede ser posible.
Ella rompe con sus estructuras y de a poco vemos la gran ambición que se encuentra bajo la apariencia de chica de pueblo.
Su Ashleigh Enright, nombre poderoso y que hay que explicar, es uno de los dos grandes reflejos de Allen. El otro es el de Gatsby Welles, interpretado por el ya mencionado Chalamet.
Tampoco es casual que su nombre de pila sea el mismo que el del célebre personaje creado por F. Scott Fitzgerald, lo que supone una gran ironía.
Aquí el protagonista escapa sin saberlo, estando desmotivado y encuentra la pasión en su ciudad y en otro personaje.
Selena Gomez representa eso que él no tiene y que desea. Representa una fantasía que puede llegar a cumplir, y se la topa de manera cinematográfica (literalmente).
El resto de las participaciones también son excepcionales. Ya sea Jude Law, Diego Luna, Rebeca Hall o Liev Schreiber.
La fotografía a cargo de Vittorio Storaro es magnífica. Su entendimiento con Allen funciona como reloj suizo y le da lo necesario para que se luzcan aún más la historia y los personajes.
Un día lluvioso en Nueva York es una de las mejores películas de Woddy Allen en los últimos años, tal vez la mejor en la última década.
Los que aman su obra disfrutarán mucho este estreno.