Quizá resulte difícil, para muchos, abstraerse de todo lo que rodea a la nueva película de Woody Allen -nueva porque acaba de estrenarse, porque estuvo guardada por Amazon casi un año-. Aún así, Un día lluvioso en Nueva York tiene el encanto de las viejas (o habituales) comedias románticas del director deAnnie Hall, Todos dicen te quiero o Medianoche en París. Con una magia distinta a la de esta última, claro, pero es evidente que el Allen de Un día lluvioso... ve las cosas hasta desde una perspectiva en la que los personajes jóvenes tienen todo: las ansias por vivir, el amor sincero y más genuino, el futuro. Los adultos deambulan más que pisan con pie firme.
Los protagonistas son Gatsby (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning), cada uno a su manera, los prototípicos personajes que son Allen en la pantalla. Así como el director consiguió que hasta Gene Hackman se moviera y hablara como él, Chalamet es un Allen impetuoso, conflictuado por los desencuentros que tiene con su novia Ashleigh.
Ambos son estudiantes universitarios que deciden pasar unos días en Nueva York. Él no quiere cruzarse con sus padres, pero como proviene de una familia adinerada, reserva una habitación a todo lujo en un hotel frente al Central Park. ¿Para qué? Si nunca estarán allí, porque la eventual separación en Nueva York -ella tiene la suerte de entrevistar a un talentoso cineasta independiente, pero sus compromisos van alargándose y alejándola de Gatsby- le abrirá, más a Gatsby que a Ashleigh, lo que realmente son y quieren en sus vidas.
Lo dicho: Un día lluvioso en Nueva York no solamente devuelve a Woody a su ámbito ideal -la ciudad que ama y se diría en la que late mejor- sino con la comedia, después del drama que significó La rueda de la maravilla. También, el humor zumbón, con personajes que cada vez que abren la boca lo hacen para decir frases ingeniosas (el de Selena Gomez, por ejemplo). Y esa diferencia entre los adultos, intelectuales que desean conquistar de alguna manera a Ashleigh (que interpretan Liev Schreiber, Jude Law o Diego Luna), una joven entre inocente y crédula, cándida y franca.
Un día lluvioso en Nueva York es divertidísima, tiene apuntes sarcásticos (hablan de la profesión más antigua del mundo, y alguien pregunta si es el periodismo), todas buenas actuaciones, una luz excepcional. El director de fotografía es Vittorio Storaro, el de Apocalypse Now, habitual de Allen desde Café Society, quien refleja tanto en interiores como en los exteriores el mundo que pinta Allen con encanto y seducción, hasta en un día nublado como el que le toca vivir.