Notablemente entretenida propuesta de un celebrado realizador.
Aunque cajoneada en Estados Unidos por la controversia de público conocimiento, América Latina y Europa podrán ver en cines Un Día Lluvioso en Nueva York, la última película del guionista y director Woody Allen. Lo encuentra de vuelta en su querida Gran Manzana, con una comedia de enredos fiel a su estilo.
Gotas de lluvia veo caer.
Un Día Lluvioso en Nueva York es increíblemente entretenida y con unos personajes de notable idiosincrasia.
El guion primero separa a los personajes, detonando el conflicto. Luego, cada uno por su lado en busca de resolver un problema individual, acaban por meterse en otro problema; al querer resolver ese se vuelven a meten en otro, hasta crear un enredo que termina por enfrentar al protagonista con su miedo, con lo que realmente desea. Todo realizado, claro está, con ritmo, fluidez y los ácidos diálogos característicos del humor de Allen.
Que el protagonista se llame Gatsby puede parecer un homenaje obvio a la conocida novela que lleva su nombre, y sin embargo hay algo en el tono de la aventura que evoca en cierta forma el clima de joie de vivre que se aparenta en la novela de Francis Scott Fitzgerald. Desde luego sin el lúgubre subtexto y consecuencias trágicas de la misma.
Un Día Lluvioso en Nueva York tiene detalles de puesta en escena notables. Por ejemplo, cuando el hermano de Gatsby le dice que se quiere separar de su prometida porque tiene una risa extraña: esto aparece cuando Gatsby está junto a la cámara con una lámpara muy cerca de su cabeza. Como si sutilmente apareciera en ese momento la idea de la infidelidad de su novia o una que pudiera llegar a tener él.
En materia visual, al mejor estilo Woody Allen, explota un único plano hasta sus últimas consecuencias, para luego rematar la escena en un plano-contraplano bien cerrado. El corte como último recurso. Todo acentuado por la lograda fotografía de Vittorio Storaro, donde con muy pocos recursos consigue su insigne paleta de intensos naranjas. Las dos colaboraciones previas del célebre italiano con Allen fueron en filmes de época, donde si bien destaca por su oficio es esperable por el contexto. La manera en la que Storaro le da vibrante color al más cotidiano de los escenarios no hace más que ratificar la obviedad de que es uno de los mejores directores de fotografía vivos.
En materia actoral, Timothee Chalamet destaca como un mini Woody Allen al que solo le faltan los anteojos. El actor pudo adoptar hasta el particular tono de voz del realizador neoyorquino. Elle Fanning entrega un personaje de gran picardía e ingenuidad que despierta muchas risas. Liev Schreiber, como un inseguro director, y Jude Law, como su desesperado guionista, también entregan momentos de entretenida neurosis.
Sin embargo, debo señalar que el gran valor de todo el reparto es Selena Gomez en el papel de la hermana de la ex novia del protagonista. Una interpretación ácida, irónica, pero no por ello exenta de un leve halo de ternura.