Roman Polanski sumó otra buena película en su filmografía con esta historia que adapta en el cine la famosa obra de teatro God of Carnage de Yazmina Reza.
En Broadway hace unos años tuvo su versión protagonizada por James Gandolfini, Jeff Daniels, Hope Davis y Marcia Gay Harden, mientras que en Argentina la obra se hizo con Gabriel Goity, Fernán Mirás, María Onetto y Florencia Peña.
Esta versión para cine es una obra redonda de Polanski que sobresale, además de su talento como narrador, por el tremendo trabajo de los cuatro protagonistas y una trama que toca temáticas universales.
En primer lugar brinda una interesante reflexión sobre la decadencia cultural que se viven en estos días y la extinción de la falta de valores, donde la disculpas o la actitud de pedir perdón son vistas como debilidades humanas, entonces frente a cualquier conflicto la respuesta inmediata es cortarle la cabeza al otro como si viviéramos en la época de los samuráis.
Los cuatro personajes de este relato viven condicionados por la mirada ajena y el ritmo frenético que imponen las sociedades modernas donde la hipocresía y la corrección política están a la orden del día.
Tal vez el personaje de John C. Reilly (que es el más querible de esta historia) sea el único del grupo que vive en paz consigo mismo y no se ve afectado por las aspiraciones burguesas y prejuicios que tiene el resto del reparto.
Lo cierto es que lo que comienza como una amena reunión de dos matrimonios para limar asperezas por una pelea tonta que tuvieron sus hijos, luego se convierte en una batalla campal donde las dos familias terminan revelando con bastante crudeza sus peores miserias y pases de facturas que estuvieron reprimidas entre las dos parejas.
Está muy bien trabajado el desarrollo de los personajes que en un principio conocemos como un grupo de personas amables, pero cuando se caen las máscaras de la corrección políticas afloran entre ellos verdades que mantuvieron calladas y que nada tiene que ver con el conflicto que los reunió.
La dirección de Polanski es brillante.
Toda la historia se desarrolla en un departamento y con varias angulaciones y movimiento de cámaras logra mantener el suspenso durante 80 minutos.
Ver Un dios salvaje es como ir a una fiesta donde todo está bien hasta que una pareja empieza a gritarse entre sí y el ambiente se pone tenso y ya no tenés ganas de estar ahí.
Polanski apoyado por el tremendo trabajo de los actores logra que sientas eso con su narración. Ese departamento que en un principio parece ameno y agradable se termina convirtiendo en un espacio claustrofóbico y agobiante por la tensión que se genera entre los cuatro personajes.
El disparador del conflicto es la pelea de dos chicos pero la trama la podrías trasladar también al mundo intolerante de la política local y obtenés una excelente radiografía del país en que vivimos.
Por eso la obra funcionó con éxito en todas partes del mundo porque trata temáticas universales que llegan a cualquier sociedad.
El trabajo de los cuatro protagonistas en este film es excelente, aunque se disfruta un poco más la labor de Christopher Waltz, quien brinda un personaje distinto a lo que fueron sus últimos trabajos en el cine.
Es cierto que en el pasado clásicos del cine memorables como ¿Quién le teme a Virginia Wolf? y El ángel exterminador, de Luis Buñuel, abordaron propuestas similares. En ese sentido, Un Dios salvaje no ofrece nada nuevo pero si aporta una muy buena película de Polanski que se suma a la cartelera y está para tener en cuenta.