Los hijos del dios salvaje
Cuatro personas se encuentran en un departamento de New York, están allí por ser padres de dos niños que se vieron envueltos en una pelea. Su meta será llegar a un acuerdo justo tras la reunión y continuar teniendo un maravilloso sentido de la comunidad como cuatro buenos neoyorquinos. Si además les comento que la película está narrada en tiempo real y que además la acción siempre transcurre en ese departamento seguramente llegarán a la conclusión de que las chances de que no sea un bodrio son pocas, ahora voy a decirles un nombre y ahí todo va a cambiar porque a partir de ese nombre es donde va a surgir la magia... Roman Polansky.
Roman Polansky, que preparó este guion mientras cumplía arresto domiciliario en Suiza, transforma este argumento sencillo en un mar de sentimientos, porque claro está, las cosas van a salir mal, y las máscaras de los personajes van a ir cayéndose poco a poco por su propio peso. A partir del diálogo y sólo con éste como arma el director nos mantiene en vilo, esperando cuál va a ser la próxima reacción de estos cuatro personajes, de estos cuatro actores que a lo largo de los 80 minutos que dura el film, la descosen.
Nancy y Alan Cowan son los padres del niño agresor, del maníaco (como lo llama su padre) que con 11 años golpeo a otro con un palo en la cara en una disputa en un tranquilo parque. Nancy (Kate Winslet) es una agente de inversiones cuyo rodete está tan ajustado como su necesidad de agradar, Alan (Christoph Waltz) , su esposo, es abogado y en su sonrisa se encuentra todo el cinismo de la humanidad, cinismo del cual se siente orgulloso. En el bando contrario se encuentra Penelope (Jodie Foster) y Michael Longstreet (John C. Reilly) , padres de la "victima". Ella tiene un sentido de la moralidad que resulta inhumano, una conducta demasiado intachable y una mirada enjuiciadora, su esposo Michael es un eterno conciliador que en el fondo odia completamente su vida. Estos personajes van a luchar por 80 minutos sólo con el poder de su palabra, así como en 12 Hombres en Pugna de Sidney Lumet, Henry Fonda luchaba por obtener la verdad frente a otros once hombres de un jurado sólo con sus argumentos, así en Un Dios Salvaje y de manera mucho más viceral los personajes van a luchar por demostrar quién es mejor que el otro porque lo que los detiene cada vez que salen por la puerta y los obliga a entrar nuevamente no es una misteriosa fuerza surrealista como en Un Ángel Exterminador sino su propio Ego, su deseo de mostrarse más "evolucionado" y es aquí donde la película se transforma en un ensayo sobre la hipocresía en el ámbito de la adultez.