Dos matrimonios encerrados en un departamento a causa de una pelea entre sus hijos desnudan todas sus miserias en esta película que si bien tiene aspectos interesantes, es una obra menor dentro de la extensa e interesante carrera del director franco-polaco.
De París a Broadway. De Broadway de vuelta a París. Y de París de vuelta a Nueva York. Ese es el curioso camino que recorrió la obra teatral de Yasmine Reza Le dieu du carnage. Luego de su versión original, en el teatro francés, debió ser adaptada a Nueva York a pedido del ególatra público de la ciudad. Más tarde el maestro Roman Polanski decidió llevar al cine esta segunda versión pero como la justicia de Estados Unidos no le permite pisar el país, debió filmar en París. Y entonces llegan hoy a la pantalla de cine cuatro actores de habla inglesa simulando estar en New York pero que en verdad están encerrados en un departamento parisino. Y se nota. Porque Un Dios Salvaje posee las virtudes, los defectos y los clichés de la comedia dramática francesa. Y también del teatro.
Una obra teatral es el arte en el que la actuación tiene más valor, no por nada es el formato preferido de los grandes actores. La falta de apoyo en el montaje o la fotografía que permiten la televisión o el cine deviene en la necesidad de buenas actuaciones para que el guión funcione. Y Un dios salvaje necesita de las cuatro grandes actuaciones de Kate Winslet, Christopher Waltz, John C. Reilly y Jodie Foster quienes interpretan a dos parejas que se juntan para resolver un conflicto entre sus hijos pero terminan demostrándose que sus estadías en el mundo adulto no los habilitan a solucionar absolutamente nada.
El hijo de Kate Winslet y Christopher Waltz le ha roto un diente al niño de Reilly y Foster y se reúnen en el departamento de éstos últimos para redactar un informe escolar. Y allí Winslet se delata como madre sobre protectora, Waltz exhibe su cinismo y su adicción al trabajo. Foster dicta clases de moralismo y su esposo- el único personaje que por momentos resulta querible(¿será por qué lo interpreta el gran comediante John C. Reilly?) es uno de esos hombres tan pacíficos que al final terminan explotando por toda la bronca que se guardan. Ellos, todos muy liberales, debieran educar con el ejemplo sin pero se pelean igual que los chicos. Solo que de forma más civilizada. Como personas integradas a la sociedad. Si para Yasmine Reza la clase media alta liberal era puro caretaje, para la dupla Polanski-Reza,(escribieron juntos el guión) llega al nivel de perversa.
Las actuaciones de la obra de Polanski son estupendas, especialmente las de los personajes masculinos. Los femeninos caen mucho más en estereotipos y se desempeñan a piacere del espectador machista convencido. Entonces la fórmula excelentes actuaciones- excelente teatro funciona sin falencias. Sin embargo Un dios salvaje es una película de cine y ahí es donde la historia no termina de cerrar. Polanski puede elegir donde poner la cámara, recortar con su mirada, elegir planos que muestren distintas acciones en simultaneo o darle relevancia a la decoración del departamento. Detalles que nos convencen que no estamos en una obra de teatro pero que no alcanzan a paliar la escasa narración a través de las imágenes y demostrar que se trata de una obra de cine.
Un dios salvaje encontrará su público en sus protagonistas: padres que no sufren por problemas económicos. Ellos se verán reflejados y se auto cuestionarán por la educación que inculcan. Les gustará la película porque representa muchos de sus problemas. En cambio para el público más joven o para que el que busque entretenimiento la película no tendrá mucho interés. En este último opus de Polanski se pueden rastrear algunos aspectos interesantes aunque sí se quiere aprender del cine, de las miserias, de la perversión y de la vida será mejor recurrir a lucha de un músico judío por sobrevivir durante el nazismo en El Pianista, a la desesperanza y la oscuridad de Chinatown o al más simple y magistral cortometraje Dos hombres y un armario, las genialidades del maestro Roman Polanski.