Una historia tan interesante como aburrida La historia argentina tiene elementos para divertir hasta al más piantado pero Nicolás Prividera eligió contarla en un formato que aburre para Tierra de los Padres. Nicolás Prividera, el autor del brillante documental "M", en el que perseguía la historia de su madre desaparecida durante la dictadura militar, eligió para su segundo largometraje contar a la historia argentina con el cementerio de la recoleta como única locación. Sin embargo a la hora de ejecutar su idea, decidió filmar a personas leyendo frente a la cámara. Los contadores leen textos de personajes históricos argentinos relevantes enfrente de sus tumbas. El gran problema reside en que el mensaje(que la historia se repite y qué vamos a hacer con ella) no llegará al receptor si éste se aburre o se queda dormido. Y es una pena porque la historia argentina, tan llena de vencedores y vencidos, de enfrentamientos tan repetidos a pesar del paso del tiempo, de oligarcas en lucha contra el pueblo y de grandes escritores, caudillos y revolucionarios, no es tan aburrida como personas leyendo delante de una cámara. Toda la película recae en la fortaleza de los textos seleccionados y si bien, la elección no es mala (sí demasiado cronológica. Si se quería comparar al gorilismo con la oligarquía, hubiera sido más lógico intercalar los textos) jamás puede conseguir la atracción completa del espectador. Sin un mínimo de entretenimiento, el cine puede querer decir muchas cosas pero nunca lo conseguirá. Un viejo canta la marcha peronista. Un viejo canta la marcha peronista. Tal vez algún día Tierra de los Padres se utilice para enseñar historia argentina en alguna escuela. Servirá para mostrarles a los chicos como la historia argentina es una constante repetición en un formato cinematográfico. A pesar de la enorme desilusión del segundo largometraje de Prividera, al menos nos queda la esperanza de algo mejor. La escena en la que un viejo canta la marcha peronista y una turista lo filma, o aquella en la que dos gatos se pelean por un pájaro muerto demuestran que el director de M tiente talento y seguramente en el futuro vuelva a hacer una película que guste un poco más. ¿Verla o no verla? Once cosas más interesantes para hacer en dos horas antes que mirar Tierra de los Padres. 1-Ver M, Uno de los mejores documentales sobre la dictadura militar que se hayan filmado en la Argentina. 2- Ver cazadores de Utopías, el documental por excelencia sobre Montoneros.3 Ver cualquier película de Leonardo Favio.4 Ver cuando las aguas bajan turbias.5 Leer el Facundo. 6.Leer el Martín Fierro. 7 Leer a Mariano Moreno. 8- Leer el Matadero 9- Leer la Carta Abierta a la Junta Militar. 10- Averiguar sobre la historia de los cadáveres de Eva y Juan Domingo Perón.11 Visitar el Cementerio de la Recoleta. Solo si usted ya hizo estas 11 cosas no estará malgastando su tiempo en la sala de cine. Luego podrá dormirse o no pero con la conciencia tranquila.
Llenar la ausencia "Abrir puertas y ventanas", ópera prima de Milagros Mumenthaler es un interesante ensayo cinematográfico sobre el fuera de campo y su función narrativa pero que deja afuera al espectador medio que busca y pretende otra cosa del cine. ¿Cómo calificar a una película bien filmada, bien actuada, qué invita a la reflexión y te deja rebotando cosas en la cabeza pero no logra entretener ni hacer reír ni llorar ni causar ninguna emoción en todo su metraje? Dejemos la calificación apartada al menos por un momento y vayamos al argumento de la película, que tal vez pueda ayudarnos a disolver esta incógnita. Marina(Maria Canale), Sofía(Martina Juncadella) y Violeta(Ailin Salas) viven solas en una casa, únicamente acompañadas por un joven casero, que vive en un anexo, después de la muerte de la abuela Alicia. Toda la acción transcurre en la casa y abarca desde un tiempo después del año nuevo hasta el inicio de la primavera, según se dilucida por el vestuario. No hay ninguna escena afuera de la casa que, por suerte, tiene un lindo patio bien verde. Lo que no significa que afuera de la casa no pasé nada relevante para las hermanas, por el contrario pasa muchísimo pero la idea y la gracia de la película pasa precisamente por no mostrarlo, por jugar con el fuera de cámara, por hacer imaginar al espectador lo que sucede en el afuera, por conseguir que cada persona pueda crear su propia visión y su propia historia. Y si cada uno construye una historia distinta una misma película puede tener distintas visiones. ¿Y entonces cómo calificamos la visión de cada uno? María Canale y Ailin Salas María Canale y Ailin Salas El primer plano secuencia de la película remite al inicio de Citizen Kane(1941, Orson Welles). Allí se muestra la reja que divide a la casa y al exterior. Una vez que la cámara entre ya nunca saldrá y podremos ver como buenos voyeurs todo lo que pase allí dentro. Si hay sexo adentro de la casa lo veremos, en cambio si una hermana decide irse de viaje con un chico, u otra hermana cambia de trabajo tendremos que inferirlo por lo que suceda dentro de las paredes. Tres hermanas y un casero encerradas en una casa después de la muerte de su abuela sería un argumento típico de una película de terror. Pero no lo es. Podría ser una de esas comedias negras francesas pero las protagonistas no son graciosas, hablan poco y son argentinas. Podría ser una película de amor entre algunas de las hermanas y el casero. Algo de romance hay pero no alcanza para calificar a la película como romántica. Podría ser un drama para llorar a moco tendido. Tampoco lo es. Podría ser una película que le guste al público de los festivales de cine y eso sí que lo es. Afiche. Afiche. En realidad la ópera prima de Milagros Mumenthaler es, para quien tenga ganas de entenderla, una película sobre la ausencia, sobre cómo construir lo que no está: las hermanas sienten cada una a su manera lo que la abuela les dejó y los espectadores deben construir el fuera de campo. Y es también una película de actrices, de tres chicas que representan la renovación de la actuación en el cine argentino. Y, eso, con el tiempo seguramente será lo más importante que nos deje Abrir puertas y ventanas. Sobre la calificación, si usted disfruta de las películas lentas y festivaleras que buscan decir mucho más de lo que muestran y, que a veces de tan sutiles terminan olvidando parte de la historia no saldrá decepcionado de la sala de cine. En cambio si usted pretende del cine pasar un rato llevadero, reír, llorar, aprender, sentir impotencia o alguna otra emoción vaya a ver Elefante Blanco o Anima Buenos Aires o alguna de las otras buenas opciones que esta buena temporada de cine nacional, para todos los gustos, pueda ofrecerle.
El estreno nacional de esta semana no mantiene el muy buen nivel de las películas argentinas que se encuentran en cartel. Parte de una idea original pero rápidamente se cae a pedazos por su obviedad. El título no tiene sentido. La escena final es ridícula y machista. La moraleja de la película parece una burla a la inteligencia del espectador. La banda de sonido resulta más difícil de tolerar que asistir a una fiesta electrónica sin consumir drogas ni agua mineral. El guión es más previsible que el final de una telenovela de Pol-Ka. Y la conversión abrupta de comedia a drama termina borrando todo lo que la película tenía de comedia. Ante todos esos problemas resulta difícil de creer que “Dos citas, una fiesta y un gato negro” no sea una de esas películas que quedan en el recuerdo por lo malas que son. Lo que sí será imposible de olvidar será la patética y potente música incidental que rompe los oídos(por ser educados) en casi todas las escenas. Afiche de la película Afiche de la película Si la ópera prima de Ana Halabe no quedará en la mente indignada de críticos y espectadores, se debe a algunos buenos pasos de comedia que sacan alguna que otra sonrisa y a un elenco que se comprometió a trabajar muy bien. Gabriela(Julieta Cardinali), quien tiene un local de una franquicia de pinturería a pesar de haber estudiado marketing, recibe la visita de su amiga Felisa(Leonora Balcarce) a quien dejo de ver 15 años atrás porque la consideraba “yeta” o “mufa”. Y cree que la reaparición de su amiga le traerá toda la mala suerte del mundo. Ante esta situación en un guión existen dos caminos posibles: explotar la comedia, lo que tal vez no produzca el suficiente humor como para llenar 90 minutos o darle una lección a la protagonista (y, de paso, al espectador). Lamentablemente se eligió la opción más molesta. Y se sabe, que las lecciones en el cine, ya están un poco demodé. Julieta Cardinali y Leonora Balcarce salen airosas de sus papeles. Julieta Cardinali y Leonora Balcarce salen airosas de sus papeles. Por suerte las apariciones de Roberto Carnaghi como el empresario inescrupuloso que quiere destrozar a la pinturería, de Rita Cortese como amiga de Gabriela, de Anahí Martella como la religiosa fanática del sexo o de Luis María Montanari, interpretando a un gigante, forzudo y buenudo que se decepciona cada vez que no hay una pelea de puños, ayudan a que la película sea digerible al menos en su primera hora de duración. Luego cuando la comedia le da paso al drama todo queda en ridículo. De pronto resulta ser que Gabriela culpaba a los otros por sus problemas y que la “yeta” de su amiga no era para tanto. Lástima que en el medio el guión se olvidó de que durante una hora había demostrado que Felisa era la persona más “mufa” del mundo. Y que por ejemplo todos los compañeros de colegio de las protagonistas se habían muerto o estaban presos por culpa de la yeta del personaje de Leonora Balcarce. Si usted tiene ganas de ahorrarse una sesión de terapia(o le da fiaca leer un libro de autoayuda) puede mirar esta película y aprender a no echarle la culpa a la gente que lo rodea sino a mirar bien en su interior. Sinceramente no hacían falta 90 minutos para aprender semejante pelotudez. Hubiera sido mejor irnos del cine por lo menos recordando algún gag. Suerte que actúan Rita Cortese y Roberto Carnaghi, dos veteranos capaces de sacarle jugo a la naranja más seca. Si algo tiene de imperdible esta película es su final con el gran Carnaghi realizando el milagro de actuar con decencia una escena injustificable.
El regreso del cine iraní Las grandes películas occidentales cuestionan los parámetros de su civilización y en general a los espectadores les agrada las denuncias que se realizan desde el cine. En todos los listados de películas favoritas aparecen, en los primeros puestos, títulos relacionados con el inconformismo, la resignación o la protesta. Nunca faltan allí la saga de "El Padrino" con todo su cuestionamiento a la ambición y al poder económico, "La lista de Schindler" y su mirada sobre el nazismo y "Luces de la Ciudad", donde Chaplin protesta contra la necesidad imperante en nuestra sociedad de poseer dinero para vivir dignamente (las tres figuran en los primeros puestos de Imdb y Film Affinnity). "La separación", salvando las distancias con esas obras maestras, podría integrar el mismo grupo. Hasta aquí el cine iraní había aportado maravillas cinematográficas como la filmografía de Abbas Kiarostami pero nunca había producido una película que cuestionara tan directamente nuestra civilización. Algo que al espectador medio occidental le encanta y que luego podrá votar en una página de internet. El párrafo anterior tal vez sirva para explicar por qué "La separación" se quedó con el Oscar a mejor película extranjera. Ahora resta explicar por qué es una muy buena película. Se podría decir que la primera escena con una cámara fija es brillante: una pareja le solicita el divorcio a un juez, al que no vemos en pantalla. Sirim quiere irse del país para que su hija tenga un mejor futuro, Nader quiere quedarse a cuidar a su padre enfermo. Se podría decir también que el argumento es muy interesante. A la separación de la pareja se le agrega la separación social existente en Irán y en todos los países del mundo cuando él contrata a una mujer casada(Razieh) para que cuide a su padre. El clímax de la película empieza cuando Nader echa a Razieh del trabajo y ella pierde a su bebé y lo acusa del aborto por un pequeño empujón. Razieh y su marido realizan la denuncia por el homicidio de su futuro hijo y se enfrentan en los tribunales a Nader y a su futura ex esposa. Ambas parejas tienen una hija que funciona como el fragmento de la familia que aún no está contaminada por la sociedad. La película tiene muchas más separaciones que la del título. Existe una por ejemplo entre lo que dice lo que dice la religión y hacer lo correcto. Esta separación aparece por primera vez cuando el padre enfermo no puede cambiarse los pantalones y Razhie duda en ayudarlo por un impedimento religioso. Pero lo más interesante de la película es que no tira dardos sobre la religión sino sobre las reglamentaciones, porque así como la religión obliga a hacer cosas absurdas, la ley también lo hace. "La separación" es una gran deudora de Kakfa y su libro "El Proceso" y muestra lo absurdo de respetar las cosas solo porque alguien las haya dicho o escrito en el pasado, además de cuestionar la burocracia occidental. No tiene, como el cine iraní que conocíamos, planos largos en las montañas, ni bella fotografía, ni miradas largas. Transcurre en una ciudad con mucho diálogo, con clases sociales diferentes, con escuelas y con lo que occidente les dio. La familia del padre enfermo representa a la civilización educada, la que piensa en cambiar de país para el futuro de su hija, la que actúa de forma más cercana a la que se conoce como civilización occidental. En cambio la otra familia representa a la religión, a quienes por falta de equidad social no recibieron otra educación que no sea la religiosa, y que entonces son más violentos, más frontales y tienen más miedo. Mucho más miedo de que Dios los castigue. Ahí, entre la familia occidental y la religiosa está la separación más importante que cuenta esta gran película.
De eso no se habla Interesante drama erótico acerca de un empleado de oficina que goza de una gran adicción al sexo. Pero que con la aparición de su hermana comenzará a sufrirla. Shame tiene dos grandes virtudes que escasean en la actualidad del cine. El qué y el cómo. En primer lugar se anima a contar una historia que hasta hoy no había sido contada en el cine. Cruza entre drama y erotismo, narra la adicción al sexo que sufre y goza Brandon(un Michael Fassbender que merecía una nominación al Oscar),un neoyorkino con éxito laboral en una empresa y con nulo suceso sentimental. El otro gran mérito son las elecciones de su director Steve Mc Queen a la hora de decidir la filmación tanto el rubro técnico como narrativo. Sin embargo esas virtudes, más la dureza, la crueldad y la realidad que pretende y logra mostrar Shame tampoco alcanzan para convertirla en una película de visión imprescindible. Al querer filmar una historia sobre sexo dentro de un drama, el director Mc Queen corría también dos grandes riesgos: que lo pornográfico tapara a lo erótico, y a su vez, a la historia o que por el contrario las escenas de sexo perdieran relevancia ante una trama que se las deglutiera. Y salió airoso del reto. La clave fue dejar de lado las guarradas y los excesos. Mc Queen optó por ejemplo, por contar una masturbación femenina, por debajo de la pollera, en el subte. Y logró así una escena carente de pornografía y plenamente erótica y narrativa. Casi todas las escenas de sexo, que no son pocas, son funcionales a la historia que se pretende contar, que tiene que ver con la incapacidad que genera la adicción. Por eso la última escena de sexo, con dos mujeres y que es muy excitante, le duele al protagonista y no en un sentido masoquista. Allí drama y erotismo consiguen una conjunción perfecta. El guión es un relojito mecánico y, si bien no tiene fallas sustanciales, carece de factor sorpresa. Brandon maneja su adicción al sexo sin mayores problemas hasta que su hermana Sissy (una Carey Mulligan teñida de rubia que no está en su mejor papel) se le instala a vivir en la casa y para colmo de males se acuesta con su jefe. A partir de allí Brandon comenzará a sufrir su adicción y se dará cuenta de que la soledad y su incomprensión sobre los sentimientos de cariño pueden dejarlo en la ruina. Sin embargo, a pesar de la claridad y simpleza de los pocos y acertados diálogos que tiene la película, siempre quedará la duda de si la perdición de Brandon es su adicción al sexo o su soledad o si una es la consecuencia de la otra. ¿O acaso no se puede ser adicto al sexo y ser capaz de amar y de querer? Shame, que es una película, que necesitó de mucho valor para filmarse, sorpresivamente tiene algunos ápices moralistas. Brandon debe manejar su adicción si es que quiere a alguien (o al menos a su hermana). Su gran dificultad es hacerlo, como dice él en una cita, en la actualidad, y como dice la canción de Frank Sinatra que canta Sissy, hacerlo en New York.
Provocación sin argumento Con una demora de tres años se estrena el tercer largometraje del director argentino radicado en Francia Gaspar Noé. La película en el año 2009 fue mal recibida en Cannes y se entiende por qué: la narración es muy floja y la película demasiado larga. Introducción, nudo y desenlace. Las reglas del guión tradicional dicen que para que la historia funcione no puede faltar ninguna de las tres partes. Tal vez se les pueda invertir el orden o tal vez el final pueda quedar abierto y aún el guión siga funcionando. Sin embargo si el faltante es el nudo, como ocurre en Enter the Void, la película se hace difícil de sobrellevar y más aún si dura casi tres horas. Oscar(Nathaniel Brown) y Linda(Paz de la Huerta) son dos hermanos que viven en Tokio. Oscar trabaja de dealer y Linda como bailarina erótica. A Oscar lo matan de un tiro en el baño de un bar. Oscar se drogaba con hongos y químicos fuertes y estaba leyendo el libro de los muertos. Un rato después nos enteramos de que los padres de Oscar y Linda murieron en un accidente de tránsito y que los chicos hicieron un pacto para no separarse nunca jamás. Por eso Oscar empezó a trabajar como narcotraficante y consiguió pagarle un pasaje a la hermana para que se vaya a vivir con él a Tokio. Esa es la introducción. Al final, después del minuto 145, llegará el desenlace, en una escena que pretende ser romántica pero resulta sumamente desagradable, Oscar, el muerto toma la decisión que debía tomar según el libro de los muertos. En el medio no pasa nada, no hay intriga, no hay misterio, no hay humor, no hay historia. Solo son escenas inconexas, luces de colores, sexo que no aporta a la historia, más drogas, un aborto, violencia y secuencias provocadoras que el espectador se pregunta si era necesario tener que observar. Oscar muere en el baño de un bar e inicia su viaje. Oscar muere en el baño de un bar e inicia su viaje. Las escenas provocadoras como pueden ser filmar un aborto o una violación(como hizo el mismo Gaspar Noé en Irreversible con Mónica Belucci) tienen un sentido si son filmadas dentro de un contexto y un guión que las sostenga. Quentin Tarantino es un maestro en ese tipo de acciones. Alejandro González Iñárritu(Babel) es un experto en rodar desnudos, violencia, sangre y dolor sin ningún sentido. Lamentablemente Enter the Void se parece mucho más al cine de Iñárritu que al de Tarantino. Enter the Void, viaje de muerte y drogas sin sentido. Enter the Void, viaje de muerte y drogas sin sentido. Tampoco se pueden rescatar las actuaciones. Si bien no son malas, la dirección les redujo todas las virtudes. Por ejemplo al decidir filmar a Oscar casi siempre de espaldas, Noé le quitó toda la expresividad a la cara de Nathaniel Brown. Y Paz de la Huerta, a quien Noé sí decidió filmarla más de frente (aunque principalmente del cuello para abajo) tampoco consiguió mostrar las facetas de su personaje. Dentro de un panorama oscuro, de golpes bajos, de escenas desagradables y de un guión que hace agua por la falta de nudo, apenas se destaca la idea de que la cámara esté en constante movimiento y sea ella quien siga y persiga los personajes para narrar la historia. Sin embargo, esa virtud también termina fallando por la decisión del director de excederse en los planos aéreos. Lo que resulta una pena porque queda claro que Gaspar Noé tiene el ingenio, la originalidad y la desinhibición para filmar más que bien. Sin embargo en Enter the Void ha derrochado todo su talento en escenas inútiles, inconexas, provocadoras y sin sentido.
Dos matrimonios encerrados en un departamento a causa de una pelea entre sus hijos desnudan todas sus miserias en esta película que si bien tiene aspectos interesantes, es una obra menor dentro de la extensa e interesante carrera del director franco-polaco. De París a Broadway. De Broadway de vuelta a París. Y de París de vuelta a Nueva York. Ese es el curioso camino que recorrió la obra teatral de Yasmine Reza Le dieu du carnage. Luego de su versión original, en el teatro francés, debió ser adaptada a Nueva York a pedido del ególatra público de la ciudad. Más tarde el maestro Roman Polanski decidió llevar al cine esta segunda versión pero como la justicia de Estados Unidos no le permite pisar el país, debió filmar en París. Y entonces llegan hoy a la pantalla de cine cuatro actores de habla inglesa simulando estar en New York pero que en verdad están encerrados en un departamento parisino. Y se nota. Porque Un Dios Salvaje posee las virtudes, los defectos y los clichés de la comedia dramática francesa. Y también del teatro. Una obra teatral es el arte en el que la actuación tiene más valor, no por nada es el formato preferido de los grandes actores. La falta de apoyo en el montaje o la fotografía que permiten la televisión o el cine deviene en la necesidad de buenas actuaciones para que el guión funcione. Y Un dios salvaje necesita de las cuatro grandes actuaciones de Kate Winslet, Christopher Waltz, John C. Reilly y Jodie Foster quienes interpretan a dos parejas que se juntan para resolver un conflicto entre sus hijos pero terminan demostrándose que sus estadías en el mundo adulto no los habilitan a solucionar absolutamente nada. El hijo de Kate Winslet y Christopher Waltz le ha roto un diente al niño de Reilly y Foster y se reúnen en el departamento de éstos últimos para redactar un informe escolar. Y allí Winslet se delata como madre sobre protectora, Waltz exhibe su cinismo y su adicción al trabajo. Foster dicta clases de moralismo y su esposo- el único personaje que por momentos resulta querible(¿será por qué lo interpreta el gran comediante John C. Reilly?) es uno de esos hombres tan pacíficos que al final terminan explotando por toda la bronca que se guardan. Ellos, todos muy liberales, debieran educar con el ejemplo sin pero se pelean igual que los chicos. Solo que de forma más civilizada. Como personas integradas a la sociedad. Si para Yasmine Reza la clase media alta liberal era puro caretaje, para la dupla Polanski-Reza,(escribieron juntos el guión) llega al nivel de perversa. Las actuaciones de la obra de Polanski son estupendas, especialmente las de los personajes masculinos. Los femeninos caen mucho más en estereotipos y se desempeñan a piacere del espectador machista convencido. Entonces la fórmula excelentes actuaciones- excelente teatro funciona sin falencias. Sin embargo Un dios salvaje es una película de cine y ahí es donde la historia no termina de cerrar. Polanski puede elegir donde poner la cámara, recortar con su mirada, elegir planos que muestren distintas acciones en simultaneo o darle relevancia a la decoración del departamento. Detalles que nos convencen que no estamos en una obra de teatro pero que no alcanzan a paliar la escasa narración a través de las imágenes y demostrar que se trata de una obra de cine. Un dios salvaje encontrará su público en sus protagonistas: padres que no sufren por problemas económicos. Ellos se verán reflejados y se auto cuestionarán por la educación que inculcan. Les gustará la película porque representa muchos de sus problemas. En cambio para el público más joven o para que el que busque entretenimiento la película no tendrá mucho interés. En este último opus de Polanski se pueden rastrear algunos aspectos interesantes aunque sí se quiere aprender del cine, de las miserias, de la perversión y de la vida será mejor recurrir a lucha de un músico judío por sobrevivir durante el nazismo en El Pianista, a la desesperanza y la oscuridad de Chinatown o al más simple y magistral cortometraje Dos hombres y un armario, las genialidades del maestro Roman Polanski.