La pequeña Mary
Pareciera que el cine de Hollywood tiene predilección o enamoramiento con aquellas películas que cuentan la historia de pequeños niños genios, dotados de una magnífica habilidad, ya sea en matemáticas, en el arte o en cualquier ámbito de especialidades que lejos se encuentran de lo que podría considerarse una infancia normal.
Ya por el año 1991, la actriz y directora Jodie Foster, cumpliendo ambos roles en la película Mentes que Brillan (Little Man Tate) daba cuenta de un niño de nueve años con un intelecto superior en las ciencias físicas, que se aburría mucho en clases y que le gustaba mucho tocar el piano. La madre se debatía entre darle una infancia como cualquier chico o potenciar sus dotes de superdotado en las mejores universidades.
El mismo cuento llega de la mano del director Marc Webb –500 Días con Ella (500 Days of Summer, 2009) y la saga de El Sorprendente Hombre Araña– con algún cambio en los protagonistas pero con el mismo debate, y en este caso, el intento de un relato conmovedor que no logra la empatía buscada, apelando al guiño cómplice con el espectador, con planos ya vistos una y otra vez y esos mismos modismos que todas estas películas abarcan.
En esta ocasión, la protagonista genio es Mary (Mckenna Grace) quien bien podría ser en su papel una metáfora viviente de una niñez vivida de manera atípica, ya que con tan solo diez años ha participado en más de cuarenta proyectos, entre series y películas. Aquí Mary es criada por su tío Frank (un Chris Evans que, por más que intente en una y otra escena, siempre queda a mitad de camino de lograr un papel sentido). Luego de la trágica muerte de la madre de Mary, Frank se hace cargo de la pequeña, brindándole todo lo mejor que puede; a sabiendas de las aptitudes de la pequeña, intenta por todos los medios que crezca feliz y en un ambiente con niños de su misma edad. Por supuesto, al asistir a la escuela, Mary no pasará desapercibida y no logrará encajar. La escuela da aviso a su abuela, una reconocida profesional en el campo de las matemáticas, y una mujer dura, quien solo busca para su nieta lo mismo que quería para su hija: el reconocimiento en el ámbito laboral, obsesión que la llevó a distanciarse drásticamente de su hija, y también de su hijo, con quien no se lleva nada bien.
Lo que sigue también lo hemos visto reiteradas veces: la pelea en la corte por quién se queda con la niña, cuál será el mejor futuro para ella, el típico romance del tío con la maestra que también quiere lo mejor para Mary, discusiones sobre ética, un intento de lograr un clima dramático que nunca encuentra el tono ni llega a conmover, muy a pesar de la niña protagonista que, vale decirse, es lo mejor que tiene la película; la suya es una actuación brillante, que quizás haya encontrado inspiración con algunas similitudes de su propia vida.
La propuesta encuentra algunos buenos momentos cuando apela a la comedia liviana, y en esto es responsable la gran actriz Octavia Spencer, recientemente nominada por su interpretación en Talentos Ocultos (Hidden Figures, 2016), quien como la vecina y amiga de Mary (sí, su única amiga es una adulta) le da un respiro a un argumento que siempre resulta forzado. Y en términos de forzar situaciones, el final simplemente tira por la borda lo poco que se había logrado durante todo el relato, lo que convierte a la propuesta en una muestra más de dar con una realidad que viven muchos chicos, pero que en este caso arroja un resultado negativo e innecesario.