PEQUEÑA MISS MENTE
Después de El sorprendente hombre araña y su secuela, Marc Webb vuelve al cine de perfil más independiente y de bajo presupuesto que mejor le sale con un drama familiar y brillante. Webb vuelve a esas raíces que lo consagraron con aquella comedia romántica donde Joseph Gordon-Levitt se ilusionaba con Zooey Deschanel en 500 días con ella.
Esta vez Chris Evan, lejos de toda superficialidad conocida en Capitán América, se sensibiliza como tío de una pequeña niña de 7 años con una plasticidad asombrosa para resolver matemáticas y álgebra. Y es que esta pequeña-genio muy bien interpretada por la preciosa y muy tierna McKenna Grace -que se lleva todos los laureles en este film junto a su gato de un solo ojito- heredó la misma destreza mental que tenía su difunta madre. Lo rico del personaje es que se despega del lugar común de mostrar a los niños genios como seres antisociales, algo muy típico en el cine tratado por ejemplo en Mentes que brillan (1991) donde Jodie Foster trataba de buscar lo mejor para su hijo.
Acá la pequeña Mary con su increíble don es obligada por su fachero “tutor” a asistir a una escuela pública con el plan de una rápida socialización. La niña lejos de cualquier rasgo de un ser ermitaño, presenta una personalidad demasiado madura y extrovertida para su corta edad. Además, tiene la ingenuidad propia de cualquier niño de primario, los enojos típicos y la picardía inesperada a los ojos de los adultos que la rodean.
Y estos pequeños momentos simpáticos y cálidos permiten distender al espectador frente al dramón presentado por su manipuladora abuela materna que disputa la tutela de la pequeña. Sólo para satisfacer caprichos propios y sacar provecho del alto grado intelectual de Mary. Idéntico acto que tiempo atrás llevó con la mamá de Mary, quien bajo presión prefirió terminar con su vida. Webb juega con esta tensión y la generación de climas con un excelente nivel de sensibilidad. Apela directamente al factor emocional con una destreza fascinante, magistral y sin caer en golpes bajos y cursis.
El director de Un don excepcional entabla directa complicidad con el espectador y lo involucra a tomar partido entre estas dicotómicas posiciones del conflicto legal entre adultos. Un conflicto que juega con el futuro destino de Mary y cuál es la mejor opción sin respetar -como es típico- las decisiones de la niña y sus valiosos derechos como tal.
Un excelente film con alto grado de ternura y emoción, una obra que abraza visualmente dentro de tanto cine alejado de la sensibilidad humana y real. Y como debe ser, “corazón mata a mente”.