Esta ópera prima de Gianni di Gregorio tiene la virtud de remitir a la tradición de la comedia italiana, popular, artificiosa y al mismo tiempo a la mejor comedia de la actualidad de ese país, algo vertiginosa, con muchos personajes.
Roma es parte de la Europa unida, pujante, exultante de éxito, de trabajo, de felicidad, de dinero. Gianni, sin embargo, parece pertenecer a otra Italia, una Italia tradicional, popular, a mitad de camino entre la modernidad y la costumbre. Es parte de aquello que no dejan ver los fuegos de artificio de la modernidad financiera.
Gianni es un hombre algo mayor que vive con su madre recluida en su habitación. Ella está al cuidado de este hijo dedicado, deudor eterno de cuanta cuenta pueda dejarse impaga. En Ferragosto, una fiesta en la que el feriado invita al turismo, sorpresivamente y de modo ciertamente extorsivo, tres mujeres de edad similar a su madre, son dejadas a su cuidado en el pequeño departamento. Imposibilitado a negarse, Gianni las recibe con más resignación que interés. Y lo que ocurrirá en esas 48 horas, revelará que el deseo es motor de lo vital.
Esta ópera prima de Gianni di Gregorio (realizador, guionista y protagonista) tiene la virtud de remitir a la tradición de la comedia italiana, popular, artificiosa, ampulosa por momentos y al mismo tiempo a la mejor comedia de la actualidad de ese país, algo vertiginosa, con muchos personajes, sin demasiadas explicaciones. Con esa combinación de presente y tradición, que remite al cine y a la trama de la película, Di Gregorio, hace un film inteligente. Con mucha sencillez reflexiona sobre la edad y el deseo, sobre los valores del consumo, sobre el afecto, sobre el gesto sobrio del agradecimiento y el respeto sentido por las personas.
Excelentes cada una de las actuaciones, los actores dotan a los personajes de un color y un brillo que, siendo varios y girando el relato entre todos ellos sin posarse en ninguno, no se opacan unos con otros. Cada personaje con sus particularidades, sus obsesiones, sus gestos personales, crean un mundo interno sumamente rico.
Pranzo di ferragosto es una película bella. Disfrutable. Sencilla ¿Se puede decir mucho más? Sí, además tiene la humildad de no proponerse más larga que lo necesario. Dura apenas 75 minutos. Este es otro mérito de su realizador.