Cuatro viejas golosas y su cocinero
La comedia a la italiana murió hace tiempo y aquello que sobrevive son retazos, fragmentos dispersos de una tradición que tuvo sus años de esplendor en los ’50, hasta dos décadas más tarde. Un feriado particular es una película sobreviviente de aquella forma de mirar al mundo: una historia que transcurre en la periferia de la gran ciudad, interpretada por actores no profesionales junto a la extraña mezcla (en este caso, lograda) de candidez y comicidad que manifiesta el argumento.
Un hombre y su madre, la mamá y tía de su administrador y la mamma de su médico son los personajes de esta trama de una simpleza apabullante, que transcurrirá casi en su totalidad en un departamento del barrio de Trastevere. Las deudas acosan a Gianni y por ese motivo alberga a tres viejas, quienes junto a su inquieta madre expresarán sus mañas, temores, humores, celos y un ferviente deseo por vivir 100 años más.
Los tonos que maneja Di Gregorio (también el actor principal) omiten los textos miserables y los golpes bajos; más aun, la superficial simpatía que transmite Un feriado particular (un fin de semana largo en el cual muy poca gente se queda en Roma) actúa de manera beneficiosa para que la narración encuentre sus mayores virtudes a través de pequeñas viñetas que describen las características del quinteto protagonista.
El batallón de octogenarias está observado con la mayor calidez, pero también Di Gregorio le da a cada una de las cuatro viejas sus propios gestos, acciones, decisiones. Hasta sus clásicos achaques de salud, pero nunca sometiendo a sus criaturas a un humor que provoque compasión; todo lo contrario, el tono es bajo, casi susurrante, leve, pudoroso. Lo mismo ocurre con el pobre Gianni, de acá para allá con el delantal, conformando a las golosas señoras, encarnado a un excelente cocinero al servicio del batallón senil. Ocurre que Un feriado particular es una buena película por aquello que exhibe, pero también por esquivar todos los clichés y gestos fáciles en esta clase de films. <